jueves, 22 de abril de 2021

Noche de Ópera

Un cuentito de Leo Mondragón

La otra noche me puse mis mejores garritas y me fui a la ópera. El evento fue magno, “Rigoletto” de Giuseppe Verdi! Llegué al teatro a buena hora y tome mi asiento, la sala llena de luces hermosas, candelabros fastuosos, todo el ambiente se sentía de alto lujo que exaltaba los sentidos! Los músicos en frente se acomodaban entre sus instrumentos, nerviosos afinando sus instrumentos porque el espectáculo estaba a punto de comenzar.

Vi a mi alrededor y me dio gusto ver a toda la alta sociedad… de mi colonia. Estaba Doña Jovita la de la tortillería, Matías el de la refaccionaria, la Sra. Mary Martinica de la pollería y sus odiosos hijitos gemelos, el rengo Don Chava que cargaba cajas en el mercado, así como Teresita Rubalcaba la que vende verduras. También entre el honorable estaba Don Fermín el carnicero con su esposa Doña Vicky que se sabía tenía amantes. Todos estaban presentes y fueron testigos y participes del zafarranchos que esa noche estaba por ocurrir.

De repente las luces disminuyeron, se abrió el telón y todos aplaudimos con entusiasmo el comienzo el primer acto de la obra. 

Nadie sabe cómo empezó el relajo de la guerra de comida. Después por ahí se supo que los odiosos gemelos de la Sra. Mary Martinica llevaban esa noche a escondidas a un gato chiquito que se habían encontrado el día anterior. Desafortunadamente, frente a los odiosos gemelos de doña Mary Martinica estaba sentada la viuda Rosita Carbajal vistiendo un enorme sombrero de plumas de no se qué. Los odiosos gemelos, aburridos hasta los huesos y sin poder ver nada, pronto empezaron entre ellos a confabular su maléfico plan. 

Al principio del segundo acto, uno de los gemelos agarro al gato chiquito y lo aventó al horrible sombrero de la viuda Rosita Carbajal. El pobre gato se revolcó espantado entre las plumas del sombrero mientras la pobre viuda gritaba fuera de sí, palmoteando su espantoso sombrero, arruinándolo, mientras el gato se fue brincando entre los asientos del honorable, ocasionando tremenda conmoción. Al primero que le brinco fue a Don Chava el que carga cajas en el mercado. Este se había introducido al evento una bolsita de patitas de pollo con habas y salsa Búfalo. Las estaba disfrutando a escondidas cuando el gato le brinco encima. Sorprendido por el animal, Don Chava agarro su bolsita de patitas de pollo y se lo aventó al huyente animal, fallando, pero pegándole a Matías el de la refaccionaria. Este, al ver su fino smokin manchado y con el apestoso olor de las patitas de pollo, volteo y le aventó a Don Chava lo que le sobraba de un sándwich de jamón con queso amarillo que también se había contrabandeado a la obra. El pegajoso sándwich se le estampo mero en la cara del pobre Don Chava. Jovita, la de la tortillería, quien sentía un cariño especial por Don Chava, se enojó y le aventó una lata de Coca  Cola Light que estaba bebiendo al infortunado Matías. Este se agacho mientras la lata surcaba el aire, y esta le pego a Rosita Rubalcaba, desparramando todo el refresco dietético sobre su fino vestido de seda blanca. Rosita Rubalcaba, que de por si le caía muy mal doña Jovita, le aventó una torta de albóndigas a medio comer que también se había metido a escondidas al magno evento. 

Mientras esto sucedía, el pobre y desafortunado gato chiquito andaba corriendo como si lo persiguiera el diablo por debajo de los asientos. Las mujeres gritaban, levantando las enaguas, los hombres se paraban, y al pararse empezaban a ser víctimas de toda la comida que surcaba por los aires del salón. Pronto, toda la sala del teatro se volvió una batalla campal de comida. Por el aire surcaban medias tortas, patitas de pollo, sándwiches, galletas, chocolatitos M&M´s, latas de refresco, bombones , papitas fritas con salsa Valentina, Ruffles, Cheetos Torciditos, chicles, quesadillas, taquitos, sopes, picaditas, flautas de papa y todo tipo de garnachas que se pudieran imaginar. Los odiosos gemelos Martinica brincaban en jubilo y gritaban a carcajeadas su diabólica travesura mientras su mamá doña Mary los empujaba para sacarlos de la sala. Los actores de la opera pararon toda su actuación y el telón empezó a bajar mientras los músicos escondían sus finos instrumentos de la peligrosa garnacheada aérea!

Todo se había ido al diablo! En eso, una voz por el alto parlante anunciaba el fin de la obra debido a los desafortunados acontecimientos y por así convenir a los intereses de la empresa. 

Yo corrí fuera del teatro, bien librado de la batalla salvo por un pedacito de lechuga con crema de algún taquito de pollo que paso volando cerca de mi hombro. Afuera del teatro había un puesto de hot dogs y compre dos para llevar. Pedí mi Uber y mientras llegaba toda el honorable salió del teatro, aun gritando, peleando y aventándose cualquier garnacha grasienta que aún les sobraba.

Cuando llegue a casa, cene mis hot dogs, me baje dos cervezas, pinte esta obra y escribí este cuentito para inmortalizar mi noche de Ópera.

Fin.



viernes, 2 de abril de 2021

El Último Día Que Te Volvería A Ver


El otro día anunciaste con bombas y platillos que hoy sería el último día en que yo te volvería a ver. La invitación la lanzaste a través de todos los medios conocidos de publicación, por internet, spots en la tele, la radio, e-mails, cartas personalizadas, la deep web y hasta salió en las noticias de las 7. Mi invitación llegó por un mensaje directo en Twitter donde me informabas que estaba invitado a tu fiesta del ultimo dia en que yo te viera y me pedías apoyo para atender a los invitados. Querías que los atendiera sirviendo bebidas y ofreciendo canapés. O sea, de mesero. Mesero!

No recuerdo haber sentido nunca tanto dolor. Aparte de que sería la última vez que te vería, tendría que hacerlo repartiendo bocadillos. Pero respondí que lo haría con gusto porque amo verte a pesar de cualquier circunstancia y a pesar de que sería la última vez.

Me presenté al salon el dia indicado listo para el trabajo vistiendo un smoking negro y zapatos de charol bien brillositos. En la cocina me dieron mi charola llena de aperitivos y me dispuse a ofrecer entre los invitados. Toda la alta aristocracia estaba ahí, la crème de la crème mundial que existe y existió. Miembros condecorados del grandioso Imperio Otomano, el Faraón Amenosis III con todo su séquito de aduladores, la máxima deidad Mexica Tuitzilopochtli y sus 88 cortesanas, altas figuras del Parlamento Inglés, el Rey Felipe IV de España escoltado por dos galgos, Luis XIV, el Rey Sol, montando un bellísimo andaluz, muchísimos cantantes de rock y por supuesto que vi a Carlos Gardel entre el honorable.

Tu andabas danzando entre la gente, saludando, riendo, platicando, celebrando en grande el ultimo día en  que te volvería a ver. Pasaste junto a mi, me diste un beso y tomaste un canapé mientras tus largas piernas te llevaban flotando entre los invitados.

Mientras todos bebían y celebraban, yo me sentí cansado y baje a la playa a sentarme un ratito y admirar el mar. De repente escuche tu voz, me pediste que te tomara una foto mientras posabas coqueta. Luego te fuiste... solo volteaste un furtivo segundo para decirme adiós para siempre.

Y me quede solo ahí, viendo el mar.

El mar, el mar, el mar...todo cabe en el olvido infinito del mar. Lo único que no cabría es mi enorme tristeza de que nunca más volvería a verte.

Fin.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

LA NOCHE DE "EL AZABACHE"




La Noche de “El Azabache”
Un Cuentito de Leo Mondragón

Esa noche oscura de principios de Noviembre, en el pueblo soplaba un airazo  de los mil demonios. No había naiden en las calles. Dos faroles alumbraban la plaza principal, y nomas se veía a Doña Citlalli la elotera levantando su puesto de elotes y esquites, bien enojada y maldiciendo a los vientos que le habían espantado a los clientes. La noche, el viento y el frío se asentaban en el pueblo como una oscura maldición,  y este escondía a su gente como si presintiera de los extraños y macabros sucesos que estaban a punto de acontecer.

Primero le paso a Doña Pascuala Timotea.

Como era su costumbre, su esposo Tobías, el dueño de la tortillería, se había bebido cuatro mezcales y se quedó bien dormido en el sillón de la sala viendo las noticias del Canal Dos. Doña Pascuala Tímotea, al sentir el aire frío de la noche, cerró todas las ventanas de su casa, atranco la  puerta, fue a la cocina, se preparó un té de limón endulzado con piloncillo, y se lo llevo a su cuarto ´pa degustarlo mientras rezaba su rosario. Cuando se sentó al borde de su cama, abrió su novenario, y en eso sintió un escalofrió recorrerle todo su cuerpecito, y clarito vio como un hombre alto y oscuro salió de su ropero de cedro, con sombrero negro y pesadas botas con relucientes espuelas. Este camino lentamente hacia la ventana, la voltio a ver y le sonrió con unos dientotes bien fieros, amarillentos y desquebrajados, para luego salir flotando a través de la pared, como si se hubiera metido en ella!

Doña Pascuala Timotea nomás dejo caer su mandíbula como si estuviera hecha de plomo bien pesada y los ojos se le fueron ´pa atrás. Con su mano temblándole bien fuerte como matraquera de grupo musical, dejo su té limón en el buró junto a su cama, se paro como pudo y camino con las rodillas temblándole cual resortes desconchinflados hacia la puerta de su habitación, dio tres pasos y cayó de ladito, desmayada. En la sala su marido roncaba como bendito y no se dio cuenta de nada.

Tres casas más abajo por la calle, Doña Facunda, la de la verdulería, salió bien enojada de su casa ´pa callar a su perro que ladraba como si no hubiera un mañana. “Cállate perro mal nacido!” le grito al pobre animal, mientras el animal ladraba y brincoteaba fuera de sí! En eso, Doña Facunda vio como la sombra de un hombre alto y vestido de negro  pasaba frente a su casa, como volando al ras del suelo. Su perro ceso sus ladridos y se refugió en sus enaguas, llorando y aullando como si le hubieran castrado con cuchillo desgastado sin filo. A Doña  facunda se le fue el color de la cara y la saliva de la boca mientras veía a la fantasmagórica figura pasar levitando sobre  la calle. Mientras pasaba, Doña Facunda alcanzo a ver como la figura volteaba a verla y le clavaba la mirada con unos ojotes fieros y bien prendidos como si estuvieran ardiendo en llamas. Doña Facunda se espantó re-feo y sintió como algo húmedo, líquido y calientito le salía de la entrepierna y le mojaba sus medias negras de nylon, mismas que no se había quitado desde esa calurosa mañana. Se metió a su casa como desquiciada, su perro la siguió adentro llorando lastimosamente, no se sabe si por el susto o por mojarse las patas con los apestosos miados de su patrona.

Dos casas más abajo, ´onde Don Sixto el de la tienda, ajeno a los bizarros sucesos en el pueblo, hacia rechinar con vehemencia los resortes de la cama con su mujer Gertrudis, cuando de repente sintió como extrañamente le quitaban la cobija que los cubría, dejándole las tepalcuanas y las intimidades de su mujer expuestas al aire, y clarito escucharon una macabra carcajada surcar los ruidos de la noche!

Juuuuaaajajajajajaja!!!

Los pelos de la cola, la espalda y el pecho  se le erizaron al peludo  Don Sixto, y mientras su mujer se cubría apresuradamente las verijas, alcanzaron a ver la sombra de un hombre con sombrero vestido de negro traspasar la puerta del cuarto y salir apresuradamente. La mujer de Don Sixto grito como si estuviera pariendo cuates gordos, y su grito desgarrado se escucho lastimosamente por encima de los aullidos de todos los perros del pueblo!

Abajo en la plaza, Doña Citlalli la elotera ya había acabado de alzar  su puesto de elotes, enojada por el airazo y los aullidos de los perros, y justo cuando cruzaba la plaza camino hacia su casita, escuchó el grito de doña Gertrudis. Al mismo tiempo, vio como un hombre todo vestido de negro como que caminaba o flotaba  apresuradamente a través de la plaza. Doña Citlalli, presa de un mal presentimiento, agarro uno de sus elotes, y fiel a su costumbre de cuando se sentía amenazada,  centro a la aparición y le aventó el elote con coraje y olímpica precisión. El pesado elote surco el aire en un chanfleado arco perfecto hacia su destino, pero cuál fue su sorpresa que cuando llego a el,  el elote traspaso a la figura como si esta fuera hecha de aire. No le pego a nada! Doña Citlalli, dotada de una mente emprendedora, al ver esto rápidamente emprendió la fuga y corrió calle arriba con su chiquihuite lleno de elotes y esquites como si la persiguieran los jinetes mismos  del Apocalipsis. Nomas se le veían sus huarachitos volar como si tuvieran vida propia! “Ay Nanita!!!”  Iba gritando, su corazoncito  palpitándole fuertemente como tambora de la banda local del pueblo!

Más abajo de la plaza en la banca junto al huamúchil, Jacinto Bonfil alias “El Tapita”, el borracho del pueblo,  se hubiera reído en tu cara si le hubieras dicho que esa noche le iban a espantar tanto que hasta las uñas enterradas de las patas se le iban a enderezar. El que iba a saber. Siempre andaba bien cuete! Por eso no sintió cuando el tremendo airazo le azoto la cara mientras se le acercaba una sombra bien siniestra. De repente despertó y entre su vista nublada por el chupe, vio a un hombre con los ojos llenos de lumbre, vestido de negro, calzando pesadas botas vaqueras, la hebilla de plata resplandeciendo y diciéndole quedito al oido “Tapitaaaaa!!!!” El Tapita pelo  los ojos bien grandotes como tecolote desmañanado  y se echo a correr  por su vida hacia la barranca del rio! En el camino se encontró a Pedro el que trabaja  en el rastro, y este lo vio pasar como alma que lleva pena, y atrás de el, la sombra de un fantasma que lo correteaba como si se lo quisiera tragar! Pedro, democrático por naturaleza y amante de no inmiscuirse en situaciones ajenas, siguió su camino, no volteando atrás y pensando en la pobre suerte que corría el borracho del Tapita. Apresuro su paso mientras se persignaba la cara rezando un padrenuestro!

Y así sucedió, casa tras casa, calle tras calle, camino tras camino esa infortunada noche! Los gritos llenos de espanto y  pandemonio surgieron desde todos los rincones del pueblo!

Y a todo esto, ustedes  se preguntaran, estos extraños sucesos les estaban pasando a los mayores, y los chamacos del pueblo? Que? Donde estaban?

Pues nada… que casi todos estábamos esa noche escondidos atrás en los matorrales de la casa de Doña Carlota Mazón, la de la florería, que vivía sola y tenia las chichis más grandes del pueblo. Todas las noches, se quitaba el chichero antes de apagar la vela de su cuarto para dormir, y desde tiempos inmemorables los chamacos del pueblo estábamos ahí para presenciar dicho acontecimiento divino. Pues justo estábamos en nuestra misión de espionaje cuando vemos pasar por entre los matorrales un airazo polvozo y chocarroso, y detrás de él,  una sombra enorme, con altas botas negras y sombrero negro, bien siniestra y carcajeándose diabólicamente! Con las energías de la juventud, todos corrimos como poseídos para salvar nuestras vidas! El primero que salió de entre los matorrales fue mi amigo Luisito Macías, salió disparado de  entre los matorrales como si le hubieran prendido un cuete en la cola!  Detrás de el corrimos todos los chamacos calientes gritando nuestra mala fortuna, espantados hasta los huesos!!!

Nos enfilamos hacia la plaza principal del pueblo, en donde ya estaba llegando la multitud, espantados y consternados por los extraños acontecimientos de esa noche!

Don Lucas Oviedo, el comisario del pueblo, llego en piyamas, pantuflas y ese ridículo gorrito que usaba para dormir. Como pudo reunió a todos alrededor de el, pidiendo calma, calma! La gente del  pueblo no dejaban de lloriquear y gritar lastimosamente! Entre gritos y sollozos empezaron todos a exclamar lo que vieron:

“Es una maldición!”  Dijo Chavelita Guadarrama, la maestra.
“Es el diablo!”  Dijo Doña Rupertina viuda de Palazuelos, la prestamista.
“Es el espíritu del mal!”  Dijo Don Chino, el doctor  del pueblo.
“Es un nahual!”  Grito Apolinar, el maestro albañil.
“Me hizo miarme del susto!”  Dijo Doña Facunda la de la verdulería
“Iba todo de negro como zopilote!”  Dijo el Viejito Don Gustavo Gorostieta.
“Nos vio en nuestra intimidad el muy cabron!”  Grito Don Sixto, indignado.
“Brillaba de negrura, como azabache!” Dijo Jacinto el Peluquero
“Azabache!” Gritaron todos!
“Si, azabache!”
“El Azabache!” Grito  mi amigo Luisito Macías!

“Es el Azabache!, El Azabache!”

Toda la gente del pueblo  asintió y exclamo en concordancia.

“El Azabache!

Mientras le gente del pueblo se ponía de acuerdo en el nombre de esta maldición chocarrera, Doña Citlalli, buena ´pal negocio, ya había regresado a la plaza, gritando a todo lo que daban sus pulmones y en vísperas de ganar unos pesitos. “Elotes! Elotes y esquites pal susto! Elotes! Elotes!”

Varios fuimos hacia ella para comprar. Mi amigo Luisito Macías y yo nos compramos dos con mucha mayonesa, limón  y chilito piquín. Mientras aquietábamos la lombriz, el comisario Lucas Oviedo hablo al pueblo. Con el don que tienen los políticos ´pa las habladurías, el comisario llamo a la unión para que entre todos librar de este mal que los acechaba.

“Compañeros! Ciudadanos! Tenemos que unir fuerzas y sacar esta maldición de nuestro pueblo! No vamos a dejar que las sombras de la noche y la penumbra gobiernen nuestras vidas! Debemos actuar inmediatame…”

Su discurso fue interrumpido por una voz de entre los ahí reunidos.

“Regresa las vacas que le robaste a Don Lencho, Lucas!”

Esto lo exclamo Eleuterio Domínguez, el prefecto de la escuela rural y activista de la izquierda del  pueblo. Nunca desaprovechaba la ocasión para decirle sus cosas al comisario, que por cierto, si era bien ratero.

“También regresa los terrenos junto al panteón Lucas!” grito otra voz anónima.
“A mí me cobro de más en mi predial!” alguien grito.
“Le quito dos puercos a mi tía!” dijo otro.
“Nunca paga sus cuentas!” dijo el de la cenaduría.
“Me debe tres cartones de cervezas!” grito el de la cervecería!

El Comisario Lucas Oviedo, presintiendo un levantamiento social en contra de su régimen, rápidamente reanudo su discurso.

“Ciudadanos, no perdamos el tiempo hablando de trivialidades, hay un mal que nos está acechando, esta allá, en las oscuridades del pueblo, inquietándonos, poniendo en riesgo la integridad de nuestra comunidad, hay que vencerlo, hay que erradicarlo de aquí, no nos dejemos intimidar por fuerzas del mas allá que perturben nuestra paz! Luchemos ahorita, por nuestros hijos, nuestras familias, vamos todos a casa y traigamos cualquier arma que tengamos, para perseguir y sacar del pueblo a esta maldición! Vamos, unamos fuerzas! Unamos fuerzas compañeros!”

La mayoría del gente se convenció que más valía luchar por el bienestar de la población que estarle sacando sus trapitos al  sol al comisario en esos momentos lúgubres, así que todos corrieron hacia sus casas por cualquier cosa para defenderse y  expulsar este mal  que había caído en la población.

Después de un rato, regresaron todos con diversos artefactos de acuerdo a sus posibilidades para usar como armas de expulsamiento de espíritus y demonios:  picos, palas, garrotes, cucharones de pozole, ollas y sartenes de peltre, rodillos, cinchos, chanclas, reatas, palos, matracas, una tambora, crucecitas de ruda y otras de florecitas de manzanilla, una gallina negra amarrada de las patas, imágenes  del Santo Niño de Atocha, del Sagrado Corazón de Jesús, otra de San Juditas, una figurita de San Charbel,  antorchas, cuetes y otros triques diversos y demás parafernalia de pueblo guerrero exorcista. Doña Carlota Masón llevo una cruz hecha con puros cempasúchiles. Allá iba cargando la pesada cruz entre sus chichotas mientras los chamacos  del pueblo (y algunos grandes con disimulo) la veían pasar con ojos desorbitados! 

Mi amigo Luisito Macías y yo, siempre listos para el chisme y la aventura, fuimos por nuestras pistolitas de chinampinas y  nuestras mascaras de El Santo el Enmascarado de Plata y El Huracán Ramírez. Carlitos “LaPiña”  presumía que  traía pastillitas de Chiquitolina, como las que usa el Chapulín Colorado. Todos sabíamos que eran Desenfriolitos, pero en el alborote y la aventura a quien le importaba que eran? Pedrito Ocampo, el hijo del peón y el más pobre de todos nosotros,  como no llevaba nada, decía que llevaba sus ondas cerebrales ´pa dominar mentes, como Aquaman. Y así.

Pues ahí tienen a la multitud del pueblo, armados hasta los dientes, respirando todos al unisonó aires de libertad ante las infamias del mas allá! El comisario Don Lucas Oviedo asintió, complacido al ver a su pueblo reunido y armado, agarro la cruz de cempasúchiles que llevaba Doña Carlota y tal cual Hidalgo encabezando a la chusma, salieron todos de la plaza principal a ir en busca de El Azabache para terminar con el!

Ahí va todo el gentío por la calle principal del pueblo, armando tremendo alboroto para sacar al fantasma de dondequiera que estuviera! Sonaban los sartenes y las ollas de peltre, la tambora, las matracas, las mujeres con las imágenes Santas iban al frente, armadas de valor! Flavio Renteria el del taller mecánico, le venía prendiendo los cuetes al cuetero Jose Medrano. Allá van los cuetes surcando la oscura noche con su cola de colores fiiiiiiiiiiiiuuuuu!!! ´pa luego estallar en mil colores en el firmamento! Pummm! Pummm! Pummm! Todos los perros  acompañaban a los del pueblo, aullando y ladrando fuera de sí! Las antorchas alumbrando todos los rincones oscuros y posibles escondites de El  Azabache!  Los chamacos del pueblo flanqueábamos la muchedumbre, con nuestras pistolas de chinampinas, mascaras de luchadores y superpoderes síquicos! Los hombres del pueblo, bien maricones todos,  guardaban la retaguardia, cautelosos. El borracho de El Tapita, que había escapado a El Azabache quien sabe cómo, para el susto ya se había bajado un cuartito de alcohol del 96, y venia hasta atrás del tumulto bailando y taconeando el suelo de la calle, canturreando alegremente en su mente alcoholizada una cumbia de la Luz Roja de San Marcos, de vez en cuando dándole un jalón al alcohol de la garrafita en su mano.

Allá íbamos todos, por todas las calles del pueblo, y en eso, camino al río frente a la Finca de Don Filiberto, el del almacén de telas, salió El Azabache! Lo envolvía una neblina gris y le salía como fuego por los  ojos! El Azabache traía arrastrando del pescuezo al panzón de Crispín Martínez, el curita del pueblo. Este traía la lengua de fuera y jadeaba rete-harto como cuando subía a tocar las campanas de la iglesia o cuando en algunas  noches le visitaba en sus aposentos Doña Lupita Saravia, la solterona del pueblo. “Sálvenme, sálvenme!” gritaba con angustia Don Crispín, mientras El Azabache le jalaba de la sotana y se lo llevaba ´pal rio.

Aunque espantadas, las mujeres del pueblo se le dejaron ir a El Azabache con enjundia, como si les debiera dinero, alzando alto en el aire los cucharones de pozole y los sartenes de peltre, para expulsarlo del pueblo y salvar al curita, que a algunas las había casado, a otras bautizado, y a otras manoseado en el catecismo! Don Lucas Oviedo alzo bien alto la Cruz de cempasúchiles y corrió atrás de las viejas mitoteras! Mi amigo Luisito Macias y yo hacíamos tronar las chinampinas de nuestras pistolitas con pasión! Chum! Prau! Chum! Prau!! Chum! Prau! Carlitos “La Piña” corría hacia El Azabache tragando sus pastillitas de Chiquitolina y Pedrito Ocampo se iba agarrando las sienes  para invocar sus poderes mentales de Aquaman y dominar el mal! A pesar del miedo, que padre nos estábamos  divirtiendo los chamacos en nuestra hora de aventura y gloria! Los hombres del pueblo  agarraron valor y avanzaron con picos, antorchas, palos y palas, algunos aireando  los cinchos y las reatas! Hasta atrás El Tapita se armo de valor y en su alocada alucinación alcoholizada avanzo tambaleando y gritando majaderías en contra del espíritu chocarrero! Allá vamos toda  la  chusma enardecida para apañar a El Azabache y salvar al curita de una muerte espantosa y segura!

Dicen que el valiente llega hasta donde el menso se deja, y pos yo creo que esto es cierto. El Azabache, al ver a la horda enardecida que se le aproximaba llena de furia, en su fantasmagórica y malévola mente se la ha de haber prendido el  foquito de la prudencia,   este soltó al curita, aventándolo en el suelo polvoso del camino,  y levito hacia los establos próximos de Don Chucho Cabrera, el que vendía vacas enfermas en el rastro. Allá iba El Azabache, de vez en vez volteando a  ver a la chusma que se le aproximaba, y cuando llego a los establos, respiro bien hondo y expulso el aire lleno de fuego, encendiendo la bodega de mazorcas secas! El fuego se alzo a mitad de la oscuridad de la noche, incendiando el granero, mientras las vacas flacas salían despavoridas del establo hacia el monte!

Don Chucho Cabrera, quien estaba a punto de quitarle las bragas a su mujer Doña Catalina, salió en calzones al escuchar el borlote, con rifle en mano para ver sus vacas correr despavoridas, y anticipando las largas horas de friega para reunirlas, se enojo bien feo por sus vacas perdidas y su intimidad interrumpida y empezó a tirar riflazos hacia la figura tétrica de El Azabache! Uno, dos tres, cuatro balazos le tiro! Pzing! Pzing! Los balazos le pasaban al Azabache, sin hacerle daño! Su mujer salió en bragas de la casa rogándole a  Don Chucho alto al fuego, mientras El Azabache se paro  como gallito giro en medio del camino, alzándose en sus botas negras,  y exclamo una terrorífica carcajada!

¡JUUUAAAJAJAJAJAJ!!!!

Los pelos de la nuca se me erizaron al escuchar su ultima carcajada de El Azabache! En eso, se escucharon truenos y todos vimos hartos rayos surcar los cielos del pueblo! Después, sin más miramientos, El Azabache se voltio y enfilo hacia la vereda del monte, su silueta negra apretando el paso y mientras avanzaba en el camino, iba dejando una estela de fuego, la cual se fue perdiendo a lo lejos en los caminos de la sierra!

Al ver esto, todos los del pueblo gritaron de júbilo! Habían vencido y expulsado al mal de la comunidad! Viva a los del pueblo! Vivan las viejas arguenderas! Viva a los chamacos! Vivan los valientes! Don Lucas Oviedo aprovecho la ocasión para felicitar a los pobladores y ya saben, bla bla bla…más de sus habladurías políticas. Todos estaban disfrutando la victoria y se empezaron a abrazar en jubilo! Yo me apure para abrazar a Doña Carlota Mazon ´pa estar por fin cerca de sus hermosas chichotas, pero se me adelanto mi amigo Luisito Macias. El fue el ganon! Clarito vi como abrazo a Doña Carlota y enterró su cara  en el valle de los sueños mientras la Doña trataba de quitarse al mendigo escuincle aprovechado de encima!

Regresamos todos contentos y en júbilo por la calle principal! Excepto  Don Chucho Cabrera y Doña Catalina, que se quedaron para apagar dos fuegos, el de su granero y el de sus intimidades. Doña Citlalli la elotera, feliz por el desenlace de los sucesos de esa noche inquietante, para celebrar la victoria exclamo que había elotes gratis para el que quisiera! Rápidamente se le empezaron a formar los chamacos y los más gorrones del pueblo. Don Eloy el de la cervecería abrió su expendio y compartió los cartones de cervezas con los ahí presentes. Y ahí estuvimos hasta altas horas de la noche, alegres y contentos por la victoria sobre El Azabache y los males del más allá.

A la mañana siguiente, Don Chucho Cabrera nos pago tres pesos a mi amigo Luisito Macías y a mí para ir a buscar sus vacas flacas al monte. A regañadientes recibimos el dinero pero ni maíz! No íbamos a ir al monte a buscar vacas hediondas y arriesgar nuestras jóvenes vidas con El  Azabache por ahí rondando o quién sabe qué! Con el dinero nos fuimos a la tiendita de Don Celso a comprar dos Coca Colas, cuatro sobrecitos de estampitas de luchadores, unas Sabritas, y veinte centavos de canicas “Ojo de Gato” para jugar y platicar de las aventuras chocarreras de la noche anterior.

Mucho tiempo ha pasado y muchas cosas han sucedido en el pueblo desde ese entonces, algunas se quedan, otras se van, pero otras no se olvidaran jamás.

Como la Noche de El Azabache!

Fin.


viernes, 2 de diciembre de 2016

"TRES RATONCITOS HERMANOS"

“TRES RATONCITOS HERMANOS”

Un cuentito para niños de Leo Mondragón


Un día tres hermanos ratoncitos salieron a jugar después de hacer sus quehaceres en su casita. Su mamá les dijo que se portaran bien y que se metieran a su casita temprano, que los esperaba con chocolate caliente y galletitas de trigo para la cena.

Los tres ratoncitos hermanos salieron brincoteando y se pusieron a jugar afuera de su casita. Estaban jugando bien bonito cuando en eso, un viento fiero del sur llego y los alzo en sus alas. Los tres ratoncitos daban vueltas y vueltas en el aire, pero como estaban chiquitos, se estaban divirtiendo de lo lindo!

Uno de ellos agarro una hoja de árbol que revoloteaba cerca y ahí se fue volando!

El otro de ellos, mientras daba piruetas en el aire, vio a su hermanito e hizo lo mismo, logro agarrar otra hoja y ahí se fue, dando vueltas y vueltas!

El otro hermano hizo lo mismo, y ahí se fueron, riendo y riendo mientras daban vueltas y vueltas en el aire de esas ultimas tardes de otoño!

Pronto el viento del sur se calmo y regreso a los ratoncitos a tierra, sanos y salvos. Corrieron a su casita con su hojita de árbol para contarle a su mama de su aventura! Su mama los escucho preocupada, pero feliz de que no les hubiese pasado nada. 

Les dio su chocolate y galletas, un pequeño beso a todos, y los metío a su camita. Los ratoncitos hermanos pronto se durmieron, soñando con su pequeña aventura en los aires de esa tibia tarde de otoño.


Fin.



jueves, 22 de septiembre de 2016

VOY HACIA ALTA MAR

"Voy hacia alta mar" acuarela por Leo Mondragón

“Voy hacia alta mar”

A veces cierro mis ojos para despertar
despierto y el aire me pega con su olor a sal
Con sus brazos levanta las olas del mar
y empuja mi barca hacia la inmensidad

Voy hacia alta mar!
Voy hacia alta mar!

Me alejo de todo ya en alta mar
estoy lejos, ni a las gaviotas se les ve volar
Solo el horizonte se ve más allá
azules y verdes de un bello pintar

Voy hacia alta mar!
Voy hacia alta mar!

Con el viento a través por estribor
a cinco nudos, me voy, me voy!
Mi vela izada se toma el valor
de llenar de aire su blanco color

Voy hacia alta mar!
Voy hacia alta mar!

Juro ante las nubes
no volver atrás
y con cara al viento
la sonrisa en paz
voy a mi destino
al olvido infinito del mar…

Leo Mondragón

miércoles, 21 de octubre de 2015

"ESPERANDO"



"Esperando"
Acuarela por Leo Mondragón
Arte Fino Mexicano


“Esperando”

Un cuentito de Leo Mondragón

Un día mientras contemplaba la vasta inmensidad del ocio, mi mano tomo mi alma y juntos salimos a caminar por ahí. El día era fresco, apenas soplaban los primeros aires de la tarde, y el sol se preparaba para descender lenta y lánguidamente sobre el horizonte.

Tome una vereda que me guiaba hacia lo alto de un monte cercano. La hierba estaba verde y había muchas flores silvestres creciendo por doquier. Siempre me ha gustado esta estación del año. Era una tarde perfecta, llena de luz y calor. Un colibrí paso frente a mi. Con sus pequeñas alas hizo un alto total en el aire, me vio directamente a los ojos una fracción de segundo, y siguió su trayectoria. Amo estas aves. Amo el aire que las levanta, amo la luz del sol que refleja sus colores, amo las flores que las alimentan. Amo la sangre que bombea su corazoncito y le da energía para volar a mil por hora entre las maravillas del Creador.

Contemple al colibrí mientras se alejaba y seguí adelante.

Mientras caminaba, de repente me di cuenta que iba flotando sobre el camino. Trate de ver mis manos, no estaban ahí. Había unas alas que se movían frenéticamente. Frente a mi podía visualizar un largo pico. Vi hacia abajo y una colita de plumas se movía dirigiendo mi camino. Me espante! Mucho! Trate de tomar aliento, respirando agitadamente, moví mis manos-alas y me di cuanta de que podía sostenerme en el aire, sin embargo, al dejar de hacerlo, caí al suelo. En la tierra me di cuenta de que si tenia patitas, diminutas patitas de pájaro. Trate de caminar pero solo daba pequeños brincos. No me gusto el suelo, inmediatamente me sentí inseguro y agite desesperadamente mis manos-alas. En un suspiro estaba de nuevo en el aire.

Estaba volando!

Volando!

Como pude llegue a la ramita de un arbusto y me pose ahí, quería recuperar mi aliento y tomar tiempo para pensar en mi situación. En eso, escuche una diminuta voz que decía HOLA, HOLA, HOLA!

Volteé para ver y vi al colibrí que había visto hace un rato. Sus ojos eran muy grandes y amables.

HOLA! Eres nuevo aquí en el reino del aire?

Trate de contestarle. Mi largo pico balbuceaba puras incoherencias.  PIK! PIK! PIK! Fue todo lo que pude decir.

Espera, no hables con el pico, habla con la mente y con el corazón, así te saldrán las palabras! Me decía el colibrí.

Cerré mis ojos e hice como si mi corazón hablara. Me salieron las palabras.

Hola colibrí! Le dije.

Hola! Me contesto! Bienvenido!

Gracias! Creo que perdí la razón y estoy desorientado, pues hace un momento era humano, y ahora soy colibrí. Como te llamas?

Lo siento, aquí no tenemos nombres, todos nosotros somos iguales. Yo soy colibrí, y tu eres colibrí.

En mi mente el sonido de nuestra conversación era español, pero algo muy dentro me decía que el sonido afuera solo eran PIK! PIK! PIK! PIK!

Bienvenido al reino del aire! Me dijo el colibrí. Ven, te enseñare a usar tus alas!

El colibrí dio varias vueltas volando en el aire. Arriba, abajo, en círculos, de cabeza, de frente, todo eso en la mitad de un milisegundo.

Yo no puedo hacer eso! Le dije.

Claro que si! Me respondió, solo tienes que ver como le hago y sigue el movimiento! Como pude di piruetas en el aire y después de varios intentos pude lograr un vuelo decente. Mientras practicaba mi vuelo, en mi mente olvide que hace un rato era humano y empecé a pensar como colibrí. El tiempo se hizo mucho mas corto, y aunque la hierba, los arbustos y el campo eran enormes, las distancias eran mucho mas cercanas debido a mi increíble capacidad de volar rapidísimo. Me empezó a gustar la transformación. Volé y volé por doquier con este nuevo regalo que se me había entregado.

Mi amigo el colibrí me alcanzo y juntos jugamos a alcanzarnos. Por alguna razón ya no sentía el paso del tiempo, este se detuvo, como cuando uno es inmensamente feliz, el tiempo deja de existir. Solo existían instantes llenos de magia y felicidad.

Después de un rato, mi amigo el colibrí me enseño a libar la miel de las flores. Juntos íbamos de flor en flor, algunas flores tenían mas miel que otras. Me gustaba el sabor de la miel, después de unas cuantas flores, mi pequeño estomago de colibrí se lleno. Así de fácil y sencillo era mantenerse con vida en este mundo, solo tomar un poco de miel de las flores sin hacerles daño… nada como en mi mundo, donde tenemos que matar plantas y animales de forma indiscriminada para subsistir.

Que horrible mundo el mio. Me sentí lleno de vergüenza. Mi amigo el colibrí presintió mi pesar y me dijo que si, el mundo de donde vengo es cruel y vil, y que lo peor es que no hacíamos nada para cambiar nuestra naturaleza.

Estuvimos juntos un rato, platicando, hasta que me dijo que se tenia que ir. Me dijo que siempre podría volver a el, para juntos surcar el cielo. Me sonrió y se fue,  volando hasta que se perdió entre las flores y la hierba del campo.

Yo me pose ahí, sobe una flor, no sabia que hacer. Decidí esperar un rato y ahí me quede, esperando.

Esperando.
Esperando.

La decisión era mía, de quedarme en este mundo, natural, tan maravilloso, junto a mi amigo el colibrí, aquí, lejos de la ciudad, lejos de la realidad, lejos de las vicisitudes humanas. Lejos de mi, de mis pasiones, de mis sueños, querencias y añoranzas. Lejos del mal, lejos de la ira, de las guerras, de las desigualdades sociales que no nos dejan avanzar hacia la integración de la raza humana. Lejos del odio y del dolor de la tierra que exclama sálvame, sálvame… SÁLVAME! del olvido de la historia…sálvame de tu ira, hombre infinito, sálvame de ti!

El aire de la tarde surcaba mis pequeñas plumas de colibrí. Sentí los últimos rayos del calor solar iluminar mis colores. Cerré los ojos y sentí la inmensa sensación de paz que este pequeño cuerpo me transmitía. Sentí que en mi pequeño cuerpo de colibrí cabía toda la gloriosa majestuosidad del universo.

Con mis ojos cerrados pedí al cielo transformarme en humano de nuevo, abrí los ojos y ahí estaba, de nuevo, con mis dos patotas sobre el suelo. 

Me sentí inmensamente feliz por mi experiencia como colibrí y corrí a casa, para escribir este cuento.

Fin.