La Noche de “El Azabache”
Un Cuentito de
Leo Mondragón
Esa
noche oscura de principios de Noviembre, en el pueblo soplaba un airazo de los mil demonios. No había naiden en las
calles. Dos faroles alumbraban la plaza principal, y nomas se veía a Doña
Citlalli la elotera levantando su puesto de elotes y esquites, bien enojada y
maldiciendo a los vientos que le habían espantado a los clientes. La noche, el
viento y el frío se asentaban en el pueblo como una oscura maldición, y este escondía a su gente como si presintiera
de los extraños y macabros sucesos que estaban a punto de acontecer.
Primero
le paso a Doña Pascuala Timotea.
Como
era su costumbre, su esposo Tobías, el dueño de la tortillería, se había bebido
cuatro mezcales y se quedó bien dormido en el sillón de la sala viendo las
noticias del Canal Dos. Doña Pascuala Tímotea, al sentir el aire frío de la
noche, cerró todas las ventanas de su casa, atranco la puerta, fue a la cocina, se preparó un té de
limón endulzado con piloncillo, y se lo llevo a su cuarto ´pa degustarlo
mientras rezaba su rosario. Cuando se sentó al borde de su cama, abrió su
novenario, y en eso sintió un escalofrió recorrerle todo su cuerpecito, y
clarito vio como un hombre alto y oscuro salió de su ropero de cedro, con
sombrero negro y pesadas botas con relucientes espuelas. Este camino lentamente
hacia la ventana, la voltio a ver y le sonrió con unos dientotes bien fieros,
amarillentos y desquebrajados, para luego salir flotando a través de la pared,
como si se hubiera metido en ella!
Doña
Pascuala Timotea nomás dejo caer su mandíbula como si estuviera hecha de plomo
bien pesada y los ojos se le fueron ´pa atrás. Con su mano temblándole bien
fuerte como matraquera de grupo musical, dejo su té limón en el buró junto a su
cama, se paro como pudo y camino con las rodillas temblándole cual resortes
desconchinflados hacia la puerta de su habitación, dio tres pasos y cayó de
ladito, desmayada. En la sala su marido roncaba como bendito y no se dio cuenta
de nada.
Tres
casas más abajo por la calle, Doña Facunda, la de la verdulería, salió bien
enojada de su casa ´pa callar a su perro que ladraba como si no hubiera un
mañana. “Cállate perro mal nacido!” le grito al pobre animal, mientras el
animal ladraba y brincoteaba fuera de sí! En eso, Doña Facunda vio como la
sombra de un hombre alto y vestido de negro
pasaba frente a su casa, como volando al ras del suelo. Su perro ceso
sus ladridos y se refugió en sus enaguas, llorando y aullando como si le
hubieran castrado con cuchillo desgastado sin filo. A Doña facunda se le fue el color de la cara y la
saliva de la boca mientras veía a la fantasmagórica figura pasar levitando
sobre la calle. Mientras pasaba, Doña
Facunda alcanzo a ver como la figura volteaba a verla y le clavaba la mirada
con unos ojotes fieros y bien prendidos como si estuvieran ardiendo en llamas.
Doña Facunda se espantó re-feo y sintió como algo húmedo, líquido y calientito
le salía de la entrepierna y le mojaba sus medias negras de nylon, mismas que
no se había quitado desde esa calurosa mañana. Se metió a su casa como
desquiciada, su perro la siguió adentro llorando lastimosamente, no se sabe si
por el susto o por mojarse las patas con los apestosos miados de su patrona.
Dos
casas más abajo, ´onde Don Sixto el de la tienda, ajeno a los bizarros sucesos
en el pueblo, hacia rechinar con vehemencia los resortes de la cama con su
mujer Gertrudis, cuando de repente sintió como extrañamente le quitaban la
cobija que los cubría, dejándole las tepalcuanas y las intimidades de su mujer expuestas
al aire, y clarito escucharon una macabra carcajada surcar los ruidos de la
noche!
Juuuuaaajajajajajaja!!!
Los
pelos de la cola, la espalda y el pecho
se le erizaron al peludo Don
Sixto, y mientras su mujer se cubría apresuradamente las verijas, alcanzaron a
ver la sombra de un hombre con sombrero vestido de negro traspasar la puerta
del cuarto y salir apresuradamente. La mujer de Don Sixto grito como si
estuviera pariendo cuates gordos, y su grito desgarrado se escucho
lastimosamente por encima de los aullidos de todos los perros del pueblo!
Abajo
en la plaza, Doña Citlalli la elotera ya había acabado de alzar su puesto de elotes, enojada por el airazo y
los aullidos de los perros, y justo cuando cruzaba la plaza camino hacia su
casita, escuchó el grito de doña Gertrudis. Al mismo tiempo, vio como un hombre
todo vestido de negro como que caminaba o flotaba apresuradamente a través de la plaza. Doña
Citlalli, presa de un mal presentimiento, agarro uno de sus elotes, y fiel a su
costumbre de cuando se sentía amenazada,
centro a la aparición y le aventó el elote con coraje y olímpica
precisión. El pesado elote surco el aire en un chanfleado arco perfecto hacia
su destino, pero cuál fue su sorpresa que cuando llego a el, el elote traspaso a la figura como si esta
fuera hecha de aire. No le pego a nada! Doña Citlalli, dotada de una mente
emprendedora, al ver esto rápidamente emprendió la fuga y corrió calle arriba
con su chiquihuite lleno de elotes y esquites como si la persiguieran los
jinetes mismos del Apocalipsis. Nomas se
le veían sus huarachitos volar como si tuvieran vida propia! “Ay
Nanita!!!” Iba gritando, su
corazoncito palpitándole fuertemente
como tambora de la banda local del pueblo!
Más
abajo de la plaza en la banca junto al huamúchil, Jacinto Bonfil alias “El
Tapita”, el borracho del pueblo, se
hubiera reído en tu cara si le hubieras dicho que esa noche le iban a espantar
tanto que hasta las uñas enterradas de las patas se le iban a enderezar. El que
iba a saber. Siempre andaba bien cuete! Por eso no sintió cuando el tremendo
airazo le azoto la cara mientras se le acercaba una sombra bien siniestra. De
repente despertó y entre su vista nublada por el chupe, vio a un hombre con los
ojos llenos de lumbre, vestido de negro, calzando pesadas botas vaqueras, la
hebilla de plata resplandeciendo y diciéndole quedito al oido “Tapitaaaaa!!!!”
El Tapita pelo los ojos bien grandotes
como tecolote desmañanado y se echo a
correr por su vida hacia la barranca del
rio! En el camino se encontró a Pedro el que trabaja en el rastro, y este lo vio pasar como alma
que lleva pena, y atrás de el, la sombra de un fantasma que lo correteaba como
si se lo quisiera tragar! Pedro, democrático por naturaleza y amante de no
inmiscuirse en situaciones ajenas, siguió su camino, no volteando atrás y
pensando en la pobre suerte que corría el borracho del Tapita. Apresuro su paso
mientras se persignaba la cara rezando un padrenuestro!
Y
así sucedió, casa tras casa, calle tras calle, camino tras camino esa
infortunada noche! Los gritos llenos de espanto y pandemonio surgieron desde todos los rincones
del pueblo!
Y
a todo esto, ustedes se preguntaran,
estos extraños sucesos les estaban pasando a los mayores, y los chamacos del
pueblo? Que? Donde estaban?
Pues
nada… que casi todos estábamos esa noche escondidos atrás en los matorrales de
la casa de Doña Carlota Mazón, la de la florería, que vivía sola y tenia las
chichis más grandes del pueblo. Todas las noches, se quitaba el chichero antes
de apagar la vela de su cuarto para dormir, y desde tiempos inmemorables los
chamacos del pueblo estábamos ahí para presenciar dicho acontecimiento divino.
Pues justo estábamos en nuestra misión de espionaje cuando vemos pasar por
entre los matorrales un airazo polvozo y chocarroso, y detrás de él, una sombra enorme, con altas botas negras y
sombrero negro, bien siniestra y carcajeándose diabólicamente! Con las energías
de la juventud, todos corrimos como poseídos para salvar nuestras vidas! El
primero que salió de entre los matorrales fue mi amigo Luisito Macías, salió
disparado de entre los matorrales como
si le hubieran prendido un cuete en la cola!
Detrás de el corrimos todos los chamacos calientes gritando nuestra mala
fortuna, espantados hasta los huesos!!!
Nos
enfilamos hacia la plaza principal del pueblo, en donde ya estaba llegando la
multitud, espantados y consternados por los extraños acontecimientos de esa
noche!
Don
Lucas Oviedo, el comisario del pueblo, llego en piyamas, pantuflas y ese
ridículo gorrito que usaba para dormir. Como pudo reunió a todos alrededor de
el, pidiendo calma, calma! La gente del
pueblo no dejaban de lloriquear y gritar lastimosamente! Entre gritos y
sollozos empezaron todos a exclamar lo que vieron:
“Es
una maldición!” Dijo Chavelita
Guadarrama, la maestra.
“Es
el diablo!” Dijo Doña Rupertina viuda de
Palazuelos, la prestamista.
“Es
el espíritu del mal!” Dijo Don Chino, el
doctor del pueblo.
“Es
un nahual!” Grito Apolinar, el maestro albañil.
“Me
hizo miarme del susto!” Dijo Doña
Facunda la de la verdulería
“Iba
todo de negro como zopilote!” Dijo el
Viejito Don Gustavo Gorostieta.
“Nos
vio en nuestra intimidad el muy cabron!”
Grito Don Sixto, indignado.
“Brillaba
de negrura, como azabache!” Dijo Jacinto el Peluquero
“Azabache!”
Gritaron todos!
“Si,
azabache!”
“El
Azabache!” Grito mi amigo Luisito
Macías!
“Es
el Azabache!, El Azabache!”
Toda
la gente del pueblo asintió y exclamo en
concordancia.
“El
Azabache!
Mientras
le gente del pueblo se ponía de acuerdo en el nombre de esta maldición
chocarrera, Doña Citlalli, buena ´pal negocio, ya había regresado a la plaza,
gritando a todo lo que daban sus pulmones y en vísperas de ganar unos pesitos.
“Elotes! Elotes y esquites pal susto! Elotes! Elotes!”
Varios
fuimos hacia ella para comprar. Mi amigo Luisito Macías y yo nos compramos dos
con mucha mayonesa, limón y chilito
piquín. Mientras aquietábamos la lombriz, el comisario Lucas Oviedo hablo al
pueblo. Con el don que tienen los políticos ´pa las habladurías, el comisario
llamo a la unión para que entre todos librar de este mal que los acechaba.
“Compañeros!
Ciudadanos! Tenemos que unir fuerzas y sacar esta maldición de nuestro pueblo!
No vamos a dejar que las sombras de la noche y la penumbra gobiernen nuestras
vidas! Debemos actuar inmediatame…”
Su
discurso fue interrumpido por una voz de entre los ahí reunidos.
“Regresa
las vacas que le robaste a Don Lencho, Lucas!”
Esto
lo exclamo Eleuterio Domínguez, el prefecto de la escuela rural y activista de
la izquierda del pueblo. Nunca
desaprovechaba la ocasión para decirle sus cosas al comisario, que por cierto,
si era bien ratero.
“También
regresa los terrenos junto al panteón Lucas!” grito otra voz anónima.
“A
mí me cobro de más en mi predial!” alguien grito.
“Le
quito dos puercos a mi tía!” dijo otro.
“Nunca
paga sus cuentas!” dijo el de la cenaduría.
“Me
debe tres cartones de cervezas!” grito el de la cervecería!
El
Comisario Lucas Oviedo, presintiendo un levantamiento social en contra de su
régimen, rápidamente reanudo su discurso.
“Ciudadanos,
no perdamos el tiempo hablando de trivialidades, hay un mal que nos está
acechando, esta allá, en las oscuridades del pueblo, inquietándonos, poniendo
en riesgo la integridad de nuestra comunidad, hay que vencerlo, hay que
erradicarlo de aquí, no nos dejemos intimidar por fuerzas del mas allá que
perturben nuestra paz! Luchemos ahorita, por nuestros hijos, nuestras familias,
vamos todos a casa y traigamos cualquier arma que tengamos, para perseguir y
sacar del pueblo a esta maldición! Vamos, unamos fuerzas! Unamos fuerzas
compañeros!”
La
mayoría del gente se convenció que más valía luchar por el bienestar de la
población que estarle sacando sus trapitos al
sol al comisario en esos momentos lúgubres, así que todos corrieron
hacia sus casas por cualquier cosa para defenderse y expulsar este mal que había caído en la población.
Después
de un rato, regresaron todos con diversos artefactos de acuerdo a sus
posibilidades para usar como armas de expulsamiento de espíritus y
demonios: picos, palas, garrotes,
cucharones de pozole, ollas y sartenes de peltre, rodillos, cinchos, chanclas,
reatas, palos, matracas, una tambora, crucecitas de ruda y otras de florecitas
de manzanilla, una gallina negra amarrada de las patas, imágenes del Santo Niño de Atocha, del Sagrado Corazón
de Jesús, otra de San Juditas, una figurita de San Charbel, antorchas, cuetes y otros triques diversos y
demás parafernalia de pueblo guerrero exorcista. Doña Carlota Masón llevo una
cruz hecha con puros cempasúchiles. Allá iba cargando la pesada cruz entre sus
chichotas mientras los chamacos del
pueblo (y algunos grandes con disimulo) la veían pasar con ojos
desorbitados!
Mi
amigo Luisito Macías y yo, siempre listos para el chisme y la aventura, fuimos
por nuestras pistolitas de chinampinas y
nuestras mascaras de El Santo el Enmascarado de Plata y El Huracán Ramírez.
Carlitos “LaPiña” presumía que traía pastillitas de Chiquitolina, como las
que usa el Chapulín Colorado. Todos sabíamos que eran Desenfriolitos, pero en
el alborote y la aventura a quien le importaba que eran? Pedrito Ocampo, el
hijo del peón y el más pobre de todos nosotros,
como no llevaba nada, decía que llevaba sus ondas cerebrales ´pa dominar
mentes, como Aquaman. Y así.
Pues
ahí tienen a la multitud del pueblo, armados hasta los dientes, respirando
todos al unisonó aires de libertad ante las infamias del mas allá! El comisario
Don Lucas Oviedo asintió, complacido al ver a su pueblo reunido y armado,
agarro la cruz de cempasúchiles que llevaba Doña Carlota y tal cual Hidalgo
encabezando a la chusma, salieron todos de la plaza principal a ir en busca de
El Azabache para terminar con el!
Ahí
va todo el gentío por la calle principal del pueblo, armando tremendo alboroto
para sacar al fantasma de dondequiera que estuviera! Sonaban los sartenes y las
ollas de peltre, la tambora, las matracas, las mujeres con las imágenes Santas
iban al frente, armadas de valor! Flavio Renteria el del taller mecánico, le
venía prendiendo los cuetes al cuetero Jose Medrano. Allá van los cuetes
surcando la oscura noche con su cola de colores fiiiiiiiiiiiiuuuuu!!! ´pa luego
estallar en mil colores en el firmamento! Pummm! Pummm! Pummm! Todos los
perros acompañaban a los del pueblo,
aullando y ladrando fuera de sí! Las antorchas alumbrando todos los rincones
oscuros y posibles escondites de El
Azabache! Los chamacos del pueblo
flanqueábamos la muchedumbre, con nuestras pistolas de chinampinas, mascaras de
luchadores y superpoderes síquicos! Los hombres del pueblo, bien maricones
todos, guardaban la retaguardia,
cautelosos. El borracho de El Tapita, que había escapado a El Azabache quien
sabe cómo, para el susto ya se había bajado un cuartito de alcohol del 96, y
venia hasta atrás del tumulto bailando y taconeando el suelo de la calle,
canturreando alegremente en su mente alcoholizada una cumbia de la Luz Roja de
San Marcos, de vez en cuando dándole un jalón al alcohol de la garrafita en su
mano.
Allá
íbamos todos, por todas las calles del pueblo, y en eso, camino al río frente a
la Finca de Don Filiberto, el del almacén de telas, salió El Azabache! Lo
envolvía una neblina gris y le salía como fuego por los ojos! El Azabache traía arrastrando del
pescuezo al panzón de Crispín Martínez, el curita del pueblo. Este traía la
lengua de fuera y jadeaba rete-harto como cuando subía a tocar las campanas de
la iglesia o cuando en algunas noches le
visitaba en sus aposentos Doña Lupita Saravia, la solterona del pueblo.
“Sálvenme, sálvenme!” gritaba con angustia Don Crispín, mientras El Azabache le
jalaba de la sotana y se lo llevaba ´pal rio.
Aunque
espantadas, las mujeres del pueblo se le dejaron ir a El Azabache con enjundia,
como si les debiera dinero, alzando alto en el aire los cucharones de pozole y
los sartenes de peltre, para expulsarlo del pueblo y salvar al curita, que a
algunas las había casado, a otras bautizado, y a otras manoseado en el
catecismo! Don Lucas Oviedo alzo bien alto la Cruz de cempasúchiles y corrió
atrás de las viejas mitoteras! Mi amigo Luisito Macias y yo hacíamos tronar las
chinampinas de nuestras pistolitas con pasión! Chum! Prau! Chum! Prau!! Chum!
Prau! Carlitos “La Piña” corría hacia El Azabache tragando sus pastillitas de
Chiquitolina y Pedrito Ocampo se iba agarrando las sienes para invocar sus poderes mentales de Aquaman
y dominar el mal! A pesar del miedo, que padre nos estábamos divirtiendo los chamacos en nuestra hora de
aventura y gloria! Los hombres del pueblo
agarraron valor y avanzaron con picos, antorchas, palos y palas, algunos
aireando los cinchos y las reatas! Hasta
atrás El Tapita se armo de valor y en su alocada alucinación alcoholizada
avanzo tambaleando y gritando majaderías en contra del espíritu chocarrero!
Allá vamos toda la chusma enardecida para apañar a El Azabache y
salvar al curita de una muerte espantosa y segura!
Dicen
que el valiente llega hasta donde el menso se deja, y pos yo creo que esto es
cierto. El Azabache, al ver a la horda enardecida que se le aproximaba llena de
furia, en su fantasmagórica y malévola mente se la ha de haber prendido el foquito de la prudencia, este soltó al curita, aventándolo en el suelo
polvoso del camino, y levito hacia los
establos próximos de Don Chucho Cabrera, el que vendía vacas enfermas en el
rastro. Allá iba El Azabache, de vez en vez volteando a ver a la chusma que se le aproximaba, y
cuando llego a los establos, respiro bien hondo y expulso el aire lleno de
fuego, encendiendo la bodega de mazorcas secas! El fuego se alzo a mitad de la
oscuridad de la noche, incendiando el granero, mientras las vacas flacas salían
despavoridas del establo hacia el monte!
Don
Chucho Cabrera, quien estaba a punto de quitarle las bragas a su mujer Doña
Catalina, salió en calzones al escuchar el borlote, con rifle en mano para ver
sus vacas correr despavoridas, y anticipando las largas horas de friega para
reunirlas, se enojo bien feo por sus vacas perdidas y su intimidad interrumpida
y empezó a tirar riflazos hacia la figura tétrica de El Azabache! Uno, dos
tres, cuatro balazos le tiro! Pzing! Pzing! Los balazos le pasaban al Azabache,
sin hacerle daño! Su mujer salió en bragas de la casa rogándole a Don Chucho alto al fuego, mientras El
Azabache se paro como gallito giro en
medio del camino, alzándose en sus botas negras, y exclamo una terrorífica carcajada!
¡JUUUAAAJAJAJAJAJ!!!!
Los
pelos de la nuca se me erizaron al escuchar su ultima carcajada de El Azabache!
En eso, se escucharon truenos y todos vimos hartos rayos surcar los cielos del
pueblo! Después, sin más miramientos, El Azabache se voltio y enfilo hacia la
vereda del monte, su silueta negra apretando el paso y mientras avanzaba en el
camino, iba dejando una estela de fuego, la cual se fue perdiendo a lo lejos en
los caminos de la sierra!
Al
ver esto, todos los del pueblo gritaron de júbilo! Habían vencido y expulsado
al mal de la comunidad! Viva a los del pueblo! Vivan las viejas arguenderas!
Viva a los chamacos! Vivan los valientes! Don Lucas Oviedo aprovecho la ocasión
para felicitar a los pobladores y ya saben, bla bla bla…más de sus habladurías
políticas. Todos estaban disfrutando la victoria y se empezaron a abrazar en
jubilo! Yo me apure para abrazar a Doña Carlota Mazon ´pa estar por fin cerca
de sus hermosas chichotas, pero se me adelanto mi amigo Luisito Macias. El fue
el ganon! Clarito vi como abrazo a Doña Carlota y enterró su cara en el valle de los sueños mientras la Doña
trataba de quitarse al mendigo escuincle aprovechado de encima!
Regresamos
todos contentos y en júbilo por la calle principal! Excepto Don Chucho Cabrera y Doña Catalina, que se
quedaron para apagar dos fuegos, el de su granero y el de sus intimidades. Doña
Citlalli la elotera, feliz por el desenlace de los sucesos de esa noche
inquietante, para celebrar la victoria exclamo que había elotes gratis para el
que quisiera! Rápidamente se le empezaron a formar los chamacos y los más
gorrones del pueblo. Don Eloy el de la cervecería abrió su expendio y compartió
los cartones de cervezas con los ahí presentes. Y ahí estuvimos hasta altas
horas de la noche, alegres y contentos por la victoria sobre El Azabache y los
males del más allá.
A
la mañana siguiente, Don Chucho Cabrera nos pago tres pesos a mi amigo Luisito
Macías y a mí para ir a buscar sus vacas flacas al monte. A regañadientes
recibimos el dinero pero ni maíz! No íbamos a ir al monte a buscar vacas
hediondas y arriesgar nuestras jóvenes vidas con El Azabache por ahí rondando o quién sabe qué!
Con el dinero nos fuimos a la tiendita de Don Celso a comprar dos Coca Colas,
cuatro sobrecitos de estampitas de luchadores, unas Sabritas, y veinte centavos
de canicas “Ojo de Gato” para jugar y platicar de las aventuras chocarreras de
la noche anterior.
Mucho
tiempo ha pasado y muchas cosas han sucedido en el pueblo desde ese entonces,
algunas se quedan, otras se van, pero otras no se olvidaran jamás.
Como
la Noche de El Azabache!
Fin.