lunes, 30 de mayo de 2011

CALOR SURREALISTA



Calor Surrealista

Por Leo Mondragón

Todo es diferente cuando hace calor. El tiempo se detiene. Las cosas inmóviles ahora si cobran absoluta inmovilidad. Ya no se dilatan ni se contraen, están en un estado estático del ser absoluto. Del ser tal cual.

Manejando al trabajo, veo la gente transitar con el mismo rictus dibujado en sus caras. Un rictus de blah…así, sin expresión, sin ton ni son, Me viene a la mente una palabra gringa para definir este escenario…wasteland…tierra de la nada, nada existe ahí, nada interesante sucede, es un gran baldío de la nada, nada interesante, solo el maldito calor. Uff!

Hoy el aire no circuló y el departamento de tránsito no levantara multas. Esto de seguro hará enojar a los jefes policiacos, los cuales hacen buen dinero de sus multas que le dan al aire cuando a veces no respeta los límites de velocidad de la ciudad. Las palmeras que desfilan en medio de la calle van caminando tristes mientras sus hojas miran hacia el suelo, cómo pidiendo agua a los transeúntes. Denme agua! Gritan en silencio. Pero nadie les da agua. Nadie entiende el lenguaje de las palmeras. Además, no, no hay agua. Solo hay una gran y vasta wasteland, una tierra vacía, vacía por el calor.

Llego al trabajo. Son las 9:04 de la mañana. Las manecillas del reloj checador esperan languidaz con sus brazos abiertos como una mujer esperando a su amante. Meto mi tarjeta de checar y un pequeño “click” me informa que ya la he preñado. El sexo con el tiempo siempre es así, rápido antes de que se vaya, y cuando piensas que ya lo tienes en su punto, se fue! Ni te espera…así es la vida…así es el tiempo.

Subo las escaleras que bajan en pequeñas olas cafés como si fuera el chocolate que se derrite de una paleta en una acera. Entro a mi oficina y saludo a mis compañeros que tienen igual mi misma cara de blah! Me siento en mi lugar. Observo que por alguna razón el aire acondicionado no funciona. Siento que estoy en el infierno. No me hubiera extrañado que el mismísimo Belcebú entrara a la oficina a pasar lista. Enciendo mi PC. Abro mi correo. No hay nada tuyo. De nuevo. Nada fresco ni lleno de vida que me ancle a esta mañana de blah! Los correos de mis clientes arden al abrirlos. Hoy no me ofrecen café. Quien quiere tomar café en este calor! Me envían un correo con mi agenda de hoy…dos citas en la mañana, a los dos extremos de la ciudad. Que poca madre, a quien se le ocurre citarme hoy! Nadie ha notado el calor! Quien quiere salir a la calle en este infierno? Pero yo no le digo no al dinero. Nunca, aunque estuviera ardiendo en llamas como el “Hombre en Llamas” de Orozco. Qué raro, a él nadie le dijo que era surrealista y fue uno de los mejores.

Pero así es el mundo del arte. Surrealista. Como tus ojos. Antes de salir a atender mis citas abro mi archivo en donde los tengo bien guardaditos y escojo la foto tuya que me acompañara en mi día. Esos ojos surrealistas. Esa mirada tuya que penetra el “wasteland” de mi mente y lo inunda con agua de vida llenando de flores la vasta soledad de lo inalcanzable.

Salgo a la calle para ir a mis citas. El tráfico está detenido en la avenida principal. Una ballena se varo en la Costera y el departamento de bomberos trata inútilmente de mantenerla viva con chorros de agua que bombean de sus pipas. No sobrevivirá. La gente de las colonias ha bajado a la costera para robar el agua en cubetas y baldes improvisados de sombreros de sol. La ballena tiene sus horas contadas, que fea muerte. Quisiera ayudarla dándole un poco de agua de vida de tu mirada que llevo dentro. Pero no puedo dársela. Con que me quedaría yo? Okey, haciendo a un lado mi eterno egoísmo, me acerco y le veo a los ojos. La ballena capta tus ojos en los míos, da un brinco, y salta al mar! Así de fácil das vida amor!

Los bomberos gritan en júbilo y la gente que se está robando el agua no. Por fortuna, mi hijo Emilio andaba por ahí, y viendo el caos, fue rápidamente hacia la enorme soledad de lo inalcanzable y se trajo una sandia “suave” de vida que le enseñe alguna vez. Se la dio en cachitos a la gente sin agua y todos se fueron a sus casas contentos. Emilio salvo el dia para estos pobres seres. Que ni tan pobres, ya tenían su cachito de sandia de vida.

El tráfico sigue su curso. Voy a mi primera cita. Vendo. Voy a mi segunda cita. Vendo. Surrealistamente ya hice mi día. Me voy a casa cerca de la hora de comida. Mi hijo Leo hace una comida deliciosa! No la tiene que cocinar, el calor se encargo de ello. Después de los alimentos, se va con sus amigos y me quedo solo, decido no regresar al trabajo. Hace mucho calor. Me meto en la alberca y me paso la tarde entre mosquitos que intentan comerme y chapuzones. Me quedo a la orilla de la alberca tratando de dormitar un poco, esperando que la tarde se vaya rápidamente para que llegue la noche. Y algo de viento.

Pero no llega. Me urge ver la noche caer. Me recuerda a tus grandes ojos cafés sonriendo a través de tus fotos. En los cielos de las tardes he visto ese brillar, es lo único que tengo de ti.

Las hormigas del jardín andan todas por ahí sin saber qué hacer. Como zombis. Zombis-hormigas. El calor de la tarde no las deja pensar bien. Porque no habrá cervezas frías para hormigas? En alguna parte de mi mente guarde esta oportunidad de negocio para el futuro. Imaginen, venderles cervezas a las hormigas, un mercado virgen e inexplotado…hay trillones de ellas.

Pero deshago este pensamiento. Sé que nunca estarías de acuerdo en ello. Embrutecer a las hormiguitas con alcohol seria un estrepitoso retroceso para la humanidad, ya es suficiente con idiotizarnos a nosotros mismos los humanos con vicios. Pero hay ciertos vicios que son benignos. Como el que tengo. Mi único vicio es recordarte. Soy un vicioso de ti.

Un vicioso surrealista de ti en medio de este calor...