miércoles, 18 de enero de 2012

La Fiesta de San Leobardo


La Fiesta de San Leobardo
Un cuentito de Leo Mondragón

Hoy soñé que tú y yo éramos todo el mundo. Literalmente. Todo el mundo éramos tu y yo amor!

Te llevaba de la mano caminando por la calle principal ese 18 de Enero hacia las festividades de San Leobardo, Santo Patrono de un pueblo en el estado de Guerrero. Había muchas personas caminando hacia la fiesta. Parejas, niños, viejitos, muchachas trenzudas con faldas de mil colores revoloteando con el viento, hombres de sombrero y a caballo con cigarrillos sin boquillas, muchos vendedores de globos, de algodón de azúcar, de churros, chilate, pulque y tepache, de fritangas de harina, mangos con chilito y otros vendedores de chacharitas, artesanías, juguetitos de madera, cochecitos, jinetes de plastico y luchadores.

Toda la calle principal era una fiesta de color suspendida en el tiempo y la nostalgia. Al final de la calle principal se veía la iglesia del pueblo, grandota y gris con tres de su cuatro campanas repicando en el viento, los juegos mecánicos giraban llenos de ruido y color amontonados a su alrededor. Risas, gritos, voces, chirridos de las maquinas y música de tambora inundaban el ambiente.

Tú llevabas una falda color verde, una blusa de algodón blanca, rebozo de seda negro y una bolsa de paja. En tus trenzas lucias listoncitos de seda azules y amarillos, y unas chapotas bien rosadas en los cachetes con tu boquita llena de colorete rojo. Yo iba más sencillo, el pelo bien tieso con brillantina y limón, camisa blanca bien almidonada, pantalón marrón de pinzas, y mis huaraches nuevos de charol café.

Lo raro de mi sueño era que todos los del pueblo tenían nuestra cara. Las mujeres tu cara y los hombres la mía. Por eso te digo que soñé que todo el mundo éramos tu y yo! El vendedor de churros tenía mi cara. Maravillado me le acerque ´pa verlo cerquita a los ojos. Sin duda, era yo! Pero con un sombrero de paja, bigote y bien oloroso a grasa y azúcar. Me pregunto qué cuantos churros quería, le dije que nomás estaba viendo. Me vio feo de reojo y se fue ´pal otro lado para atender a una viejita que quería tres churros rellenos de chocolate y un atole de piloncillo. La viejita tenía tu cara. Eras tú! Pero en viejita, con la cara surcada de arruguitas por el tiempo y la vida. Me le acerque fascinado ´pa verla de cercas y me dijo con mucha propiedad “Joven, no se me acerque tanto porque allá atrás esta mi marido y está armado”. Volteo a buscar el marido y ahí estaba, era yo! Con unas cejotas bien fieras y mi carota de cuando me enojo y con semejante fuscota re-grandota en el cincho, viendo sospechosamente hacia el puesto de churros donde estaba su vieja la viejita.

Con un poco de temor te tome del brazo amor y nos fuimos riendo nerviosamente hacia los juegos mecánicos, la gente pasaba y las pasábamos, todos tenían nuestras caras! Los viejos de cuando estemos viejos, los jóvenes de cuando éramos jóvenes, los escuincles de cuando éramos escuincles, los bebes de cuando éramos bebes, todos tenían nuestras caras! En los juegos mecánicos la gente pasaba por el aire riendo a carcajadas con nuestras sonrisas! Los tenderos tenían nuestras caras! Diferentes cuerpos pero nuestras caras!

El curita del pueblo se estaba bebiendo unos mezcalitos con el Presidente Municipal en el atrio de la iglesia, tenía mi cara! Vaya curita que yo hacía, todo flacucho pero lleno de chispas en sus ojos avaros! Y el Presidente Municipal! Vaya panzota por demasiado Pozole y bebida! Y su mujer, con sus cabellos guerotes y en su vestido azul turquesa de moda de las Europas, tenia tu cara!

Nos fuimos de la mano hacia los juegos, llegamos hacia el tiro al blanco. Le pregunte al tendero con mi cara que cuanto costaba el tiro al blanco. Me dijo que dos pesos. Dos pesos! Era la mitad de mi pago semanal! Pero había buenos premios, en su mayoría artesanías locales. Le pague y tome el rifle. Me concentre en el tiro porque no quería quedar mal contigo amor. Uno, dos, tres tiros al blanco perfectos! Me gane un armadillo de madera de zompantle, el cual te di ´pa que lo metieras en tu bolsa de paja. Estaba grandecito el canijo armadillo y bien bonito! Me sonreíste con esos dientecitos perfectos que tienes y me diste un beso en la mejilla mientras me abrazabas muy cerquitas de tu cuerpecito!

Luego nos fuimos de los juegos, pasamos la plaza principal hacia el corral de toros. Caminamos entre la gente, entre los tu´s y yo´s con nuestra cara, para tomar asiento hasta arriba en las gradas. Un jinete con mi cara de preocupación abajo en el redondel se estaba acomodando en un toro ´pa la monta, agarrándose con fuerza del amarre de mecate, cuando le abren la reja del encierro y ahí va! Canijo jinete yo! Con chaparreras de color oro pálido, botas con brillantes espuelas y camisa roja a cuadros con botones de perla! Ahí va, el con mi cara! Uno dos, tres…ocho segundos montados! De repente el toro hace un giro inesperado y ahí va surcando el aire para aterrizar pesadamente sobre su cola, aja! Eso dolió! La gente y las muchachas gritaban de terror cuando el toro volteo y se abalanzo sobre el jinete yo! Pero el jinete con mi cara se paro como si le hubieran dado toquecitos eléctricos y como pudo salio del redondel de un brinco! Todo el mundo, o sea tu y yo amor, aplaudimos con harto clamor por la osadía del jinete yo!  Y ahí nos quedamos un rato en los toros, disfrutando las montas, hasta que me dijiste que ya nos teníamos que ir para llevarte a tu casa.

Te tome del brazo y nos salimos del jaripeo. Mientras bajábamos las gradas, las muchachas del pueblo, todas con tu cara, nos volteaban a ver, celosas de ti que te traía bien repegadita juntito a mí y de tu armadillo enseñando de tu bolsa de paja. Con harto orgullo de traerte de la mano, alcé mi cara al viento y seguí caminando junto a ti, sintiendo el calorcito de tu mano en la mía, mientras los cuetes surcaban la noche de fiesta en el pueblo y tronaban en las alturas, llenando de color el cielo.

Fin