martes, 3 de julio de 2012

"Auroretrato con Flores" Oleo sobre tela, firmado y fechado por el autor


Así hable con Zarathustra


Por Leo Mondragón

I teach you the Übermensch, man is something that shall be overcome. What have you done to overcome him?

Un día desperté  de mi letargo de ensueño y vi a mí alrededor. Estaba harto de mí. Estaba harto del mundo. Estaba harto de la humanidad, de mi ciudad, de mi comunidad. De mi mundo. De todo.

Tome unas cuantas ropas dentro de una mochila y me fui. Así, sin más ni más. Deje atrás todas mis posesiones mundanas y me encamine hacia las montañas con solos unas cuantas ropas para cubrir mi cuerpo. En el camino solo se me cruzaban ardillas, y unos cuantos pájaros surcaban el cielo. Sentía el calor del sol abrazar mi  cuerpo y sentí el aire caminar  junto a mí.



El aire y yo caminamos mucho tiempo, siempre adentrándonos en lo alto de las montañas. No vi ningún otro ser humano siguiéndome. No me importaba. Este viaje era solo mío. Mientras caminaba le platicaba al aire mis cuestiones y él me escuchaba, sin responder. El aire nunca responde a tus cuestionamientos. Solo silba que aprueba o desaprueba. Seguimos así mucho tiempo, hasta que llego el atardecer.

Junto con el atardecer llegaron las sombras en el monte. Sabía que necesitaba encontrar un refugio donde pernoctar. Me salí  del camino y busque donde descansar. Llegue junto a un arrollo, moje mi cara con el agua fría, refrescándome del viaje del día. Me quede ahí escuchando el agua fluir. Desde ahí en lo alto, podía ver mi ciudad a lo lejos, allá muy a lo lejos en el valle. Estaba feliz de estar lejos de ahí. Cerré mis ojos y deje que los sonido del agua y de la tarde llenaran mis oídos. Los sonidos de la tarde llenaron mi mente y mis sentimientos de hermosas sensaciones, sensaciones que creí perdidas! Así estuve un largo rato, con los ojos cerrados, sintiendo, solo sintiendo, hasta que mi dialogo interno me dijo que la noche se aproximaba y era necesario descansar.

Me disponía a hacer mi fogata cuando escuche unos pasos acercarse. Venia un hombre por un sendero en la ladera. Un hombre alto, de parecer Ario, con larga barba. Desde lo lejos me saludo, alzando uno de sus brazos alto en el aire. Me sonrió y me dijo hola en perfecto español. Yo le respondí y lo invite a mi fogata. El hombre se acerco y me extendió una mano. Nos presentamos y charlamos. El me invito pan, comimos  y tomamos agua fresca del arroyo. Después de un rato nos sentamos junto a la fogata y se dispuso a escucharme.



“Sé que tienes algo que decir buen hombre, todos los que han venido aquí antes que tu, han dicho algo. Y tú tienes algo que decir. Vamos, dilo, te escucho”.


Yo me quede viendo al fuego, y mi corazón ya no resistió más. Llore. Llore mucho. Llore tanto que mis lagrimas silenciaron el sonido del arrollo y de la noche. Entre lágrimas, le dije lo siguiente:


-He venido huyendo de la civilización para  refugiarme en mí. Ya no quiero vivir en el mundo de los hombres. No entiendo las maneras del mundo. Para mí, el mundo es un lugar cruel el cual comparo con un bosque en el cual los lobos depredadores son los amos del mundo y las demás especies vivimos a sus mercedes. El hombre lobo alimentándose de los hombres ovejas.  La cima del mundo humano está teñida de sangre de ovejas y colmillos blancos resplandecientes. Veo a mi alrededor y solo veo podredumbre, en mis lideres, en mis semejantes, todos hablando diferentes lenguas con las cuales no nos entendemos. Veo a los hombres de capital luchando por sobrevivir a esa eterna enfermedad llamada avaricia. Sufren por llenar sus manos de más de lo que necesitan. Causando grandes carencias en los demás y la explotación de los hermanos por sus hermanos. Cuanto necesita un ser humano para ser feliz? Esta pregunta cruza mi mente y me indaga sin misericordia. Cuanto necesitamos? Cuanto?  Siento que el mundo de los humanos ha perdido su rumbo y van a toda velocidad hacia el abismo de la perdición. Y en esta lucha sangrienta por la grandeza, los humanos nos estamos  acabando el mundo que se nos ha dado. No respetamos a las demás especies que habitan nuestro mundo, flora y fauna, de nuestras sangrientas necesidades. Siento el fin y la desolación acercándose cada vez más hacia un final fatal, hacia un apocalipsis de lo inevitable. Siento la sombra de todos mis ancestros negándome seguir hacia adelante. Siento sus respirar en el aire. Ellos me reclaman del porque hemos llegado la humanidad hasta aquí, hasta nuestra propia depredación. Me hacen sentir culpable, culpable del lamentable fracaso de la humanidad! Que he hecho yo para parar esta masacre de la vida! Que he hecho? No he hecho nada! Vivo en mi mundo, ajeno a lo que pasa a mí alrededor y todo lo que sucede es muerte y desolación. No lo puedo parar. Me siento impotente ante el derrumbe de mis hermanos. Qué hago anciano? Qué hago?


-Así lo siento y es un peso enorme el cual tengo que cargar. Siento ese enorme peso en mi espalda del cual no puedo librarme. Me detiene. Me ancla. Me arrastra consigo en las mareas altas y bajas. Y ya no lo quiero. Quiero ese peso fuera de mí. No puedo con él! No puedo! De nuevo estalle en llanto mientras mis manos escondían mi rostro lleno de pena.


El anciano miro hacia las estrellas. No me dijo nada durante un buen tiempo, solo miraba las estrellas. Después de un rato, me dijo lo siguiente:


-Buen hombre, tú no puedes cambiar a tus semejantes. Tus semejantes no te pueden cambiar a ti. El mundo no puede cambiar. Todo es parte de un plan maestro del creador. No puedes alterar el curso de la historia de la humanidad, solo puedes ser protagonista de ella y actuar tu parte. Lo único que debes hacer es buscar el sentido, el sentido de tu vida. Cuál es el sentido de tu vida? Esa es la pregunta más profunda de la humanidad…el hombre en busca de su sentido. Hay quienes van por la vida así, solo caminando, caminan caminando, nunca se paran en el camino para reflexionar si van en el sentido correcto, solo van con las corrientes…nunca dejes que las corrientes de la vida te lleven a ti. Vive como nunca nadie ha vivido sus vidas! Ama, ama todo con frenesí! Ama tu vida, ama a los tuyos! Ama tu vida y crea! En el crear esta la divina grandeza humana! Deja huella en tu mundo, nunca dejes de crear! No seas un humano en las sombras solo esperando su muerte.


-Se habla por ahí en todo el mundo que Dios ha muerto. Que Dios se ha ido y ha olvidado a la humanidad! No hay nada más lejos de la verdad. Dios está ahí, guardando cada uno de tus pasos. Esta junto a ti, siempre. En ti hombre. Y te ha dejado una encomienda. Tu humanidad es algo al cual tú debes sobreponerte. Debes de ser mas de ti, mas de ti! Debes sobreponerte a ti! Debes cruzar todas las fronteras imaginarias en tu mente y sobreponerte a ti! Solo así llenaras el firmamento con la grandeza de tu humanidad, y cruzaras hacia la inmortalidad!


-Y si esta sabiduría no te basta, siempre que puedas, recurre a la infinita enseñanza de las flores…ellas dan lo mejor de sí para todo el que sepa apreciarla. Obsérvalas, entiende su naturaleza! Ellas no saben que están ahí llenas de colores por un breve espacio de tiempo, no les importa! Solo saben que están ahí para dar sus mejores colores, para irradiar de vida su pequeño espacio en la montaña! Para atraer a las abejas y esparcir su semilla, para la continuación de su especie! Es todo lo que les importa! Llenar de color su pequeño mundo de luz en el tiempo y el espacio para proseguir a través de los demás!



Yo absorbí esta sabiduría, la sentí llenarme el alma de dicha y tranquilidad. Me acurruque junto a este anciano que me ofreció sus brazos y dormí. Dormí lo que pareció un largo tiempo…


En la mañana que desperté, el anciano ya no estaba. Nunca me dijo su nombre, pues yo ya lo sabía,  estaba por demás saberlo. Todos los míos de mi ideología  ya lo conocíamos.


Apague la fogata, tome mis cosas, y me dispuse a partir. Ya no subí más a la montaña. No había necesidad. Ya habrá un tiempo en el cual llegaría hasta la cumbre, pero ahora no. Ahora era tiempo de regresar. De regresar a los míos.


El aire me abrazo esa mañana como un manto fresco, acompañando mis pasos. A lo lejos, mi ciudad se  asomaba entre parajes. Corrí, corrí hacia ella, mi corazón lleno de esperanza por lo que vendrá y lo que aun me faltaba por hacer.

Corrí, corrí hacia mí.


El aire me abrazaba…

Corrí, corrí hacia mí.




Fin.