lunes, 20 de junio de 2011

Kermes del Día del Padre en el Pueblo


"Florista" oleo sobre tela por Leo Mondragon, año 2004, coleccion privada 

Kermes del Día del Padre en el Pueblo

Un cuentito de Leo Mondragón

Fue una tarde cuando Doña Jovita viuda de Figueroa, la tortillera y novia del carnicero Jeremías Rocha alias el “pezuñitas”, organizo una kermes con motivo de las celebraciones del día del padre, en conjunto con la asociación de locatarios del mercado del pueblo onde yo vivía. El comisario del pueblo, Emigdio Montalvo, al cual nunca le vi estrenar huaraches, les dejo plantarse mero en medio de la plaza principal, y desde el medio día estuvieron los locatarios acarreando cosas ´pa la kermes.

Doña Petra la de la lonchería del mercado llevo 4 jarrones grandes llenos de aguas frescas de mango, horchata, mamey y tuna, y un monton de tortas de jamon, queso de puerco, queso blanco y de huevo. Las hermanas Mendiola que vendían pollos llevaron muchos rostizados, molleritas y patitas de pollo con salsa Buffalo ´pa los mocosos. Anselmo, el sobrino de Jeremias Rocha el carnicero, llevo chicharron, guacamole y un monton de tortillas ´pa vender tacos plazeros. Doña Chayito, la viejecita verdulera, contrebullo con hartos pepinos y jicamas con chilito piquin. También pusieron su puestecito juntas las viejas mas chismosas del pueblo, Doña Remedios Martinez esposa del boticario del pueblo y Doña Fulgencia Taboada, la que cosia ajeno. Su puestecito era una mezcla rara y colorida…entre remedios ´pa las lombrices de la panza, ´pa las reumas, artretes, juanetes y gota, pusieron a la vendimia también mantelitos bordados, fundas ´pa las almohadas, trapitos de cocina y ´pa las tortillas, chambritas y gorritos tejidos para mocositos. No podía faltar Don Tomas el que vendía pulques, el cual nomas se arrimo con 14 cubetas de curaditos y dos chalancitos ´pa que le ayudaran a despachar. Doña Dolores puso su puesto de churros. ´Pa amenizar las festividades, Doña Pancracia, la que vendía discos, le pidió corriente de luz a Don Enrique el que vendía paletas en el mero centro de la plaza y saco su consola con hartos discos de moda. La plaza se inundo con las canciones de ese entonces, de Pedro Infante, Jorge Negrete, el Piporro y demás.

En ese entonces no había escuela en el pueblo, los únicos edificios públicos eran el corral de toros y la inglesia principal. Por eso nonca aprendi a escreber. Por esos tiempos me ganaba parte de mis centavitos arreando chivos para Don Simon. Me iba a su rancho temprano antes que saliera el sol para llevarlos a pastorear allá ´pal monte cercas de la carretera que va a Chaucingo. Me pasaba toda la mañana arriando chivos hasta el medio día cuando los regresaba al rancho, y en cuanto les encerraba en el corral, corría a mi casa ´pa darme un buen baño junto a la pila de agua y tallarme la mugre de la pastoreada con harto jabón Zote. Luego me ponía mis mejores trapos y harto limón en las greñas ´pa que se me alasiaran y me juiba derechito a la casa de Don Lucas Macero, el cual tenía su ferretería en un cuartito que había puesto al frente de su propiedad. Yo le ayudaba a la atención de su changarro, a pesar bolsas de clavos de un cuartito, medir metros de alambres, y probar focos de luz ´pa los clientes.

Luego de mis labores en la ferretería de Don Lucas, me quedaba por ahí nomas haciéndome el menso cerca de su propiedad, ´pa ver llegar a casa a la Rosita, su única hija y la chamaca más bonita del pueblo, que por esas horas regresaba de ayudarle a su ama que vendía flores junto al panteón municipal. A qué bonita estaba la Rosita! Con sus grandes ojotes negros que parecían como de tecolote trasnochado y sus pestañotas que eran largas, muy largas, como las de un burrito enamorado! Tenía sus chapotas siempre bien rojas con harto colorete y cuando pasaba cercas de mi siempre podía oler los aromas de las flores que vendía con su ama, gladiolas, rosas, nardos y crisantemos. Yo sabía que no le era endeferente, por eso me quedaba por ahí en una esquinita de su calle todos los días ´pa verla pasar, y la seguía con la mirada hasta que se metía a su casa, algunas veces me voltiaba a ver y me regalaba una sonresita antes de cerrar la puerta. Esas sonresas y esos días jueron los cosas más bonitos de esos días.

Ansina estuvo la cosa por como dos meses, cuando ya no aguantaba las ganas de declarármele mis amores que sentía por ella. Y aproveche la ocasión para hacerlo justo en la tarde de la kermes.

Ese día recuerdo que salí temprano de mis quehaceres con el ferretero, y me fui rápido a mi casa a a avisarle a mi apa de la kermes. Pero el ya sabía, cuando llegue corriendo a la casa ya se estaba poniendo sus huaraches nuevos y mi ama le esta planchando su camisa de manta azul con la que se veía bien guapo. Al ver que ya sabía, me salí de la casa y me fui corriendo hacia la plaza principal ´pa lograr mi acometida. Pa aguantar la espera, le compre un churro a Doña Dolores mientras esperaba a la Rosita junto al arco de la entrada de la iglesia. Ahí nomas me quede como media hora y lueguito la vi pasar, iba al frente de su palomilla de amigas con una falda azul turquesa larga que nomas se le veían sus medios tacones negros, blusa blanca y sus trencitas con listoncitos de seda de varios colores. Me vio a lo lejos y clarito vi como se le acerco a la oreja de una de sus amigas y le dijo algo. Las dos voltiaron a verme y escondieron una sonrisita. Como pude me escondí la pena y les seguí. Ellas iban plática y plática y risa y risa voltiando ocasionalmente ´pa verme. En eso, sus amigas la dejaron sola junto al huamúchil donde tenía su puesto la Doña Petra de las aguas frescas, y haciendo uso de ocasión me le acerque.

Tan solo le dije que me gustaría acompañarla esa tarde de kermes y que si le gustaría que le comprara una aguita de horchata. Ella me dijo que sí, y nomas recuerdo como me brincoteaba el corazón como si fuera crio de chivo en el cerro cuando me tomo de la mano mientras le pedíamos dos aguas de horchata a Doña Petra. Aun recuerdo el calorcito de su manita y su sonrisa pequeña y sus dientecitos blanquitos, blanquitos como rayitos de sol! Recuerdo como la gente pasaba a nuestro alrededor como si jueran jantasmas que no existían, pues el mundo de ese ratito nomas era de nosotros! Le veía a sus grandotes ojos negros mientras le platicaba no se qué cosas, y ella bajaba la mirada y se reía y sus dientecitos brillaban por doquier! En una de esas, voltie a mi alrededor y no sé por qué vi a lo lejos a mi apa que llevaba de la mano a mi ama, se estaban comiendo unas jícamas con chilito frente al puestecito de Doña Chayito la viejecita verdulera, estaban platicando y sonriendo como si fueran mocosos como Rosita y yo! Fue ahí cuando supe el verdadero valor del día del padre. El día del padre no se trataba de los hijos, ni de la vida, ni del trabajo, ni de nada. El día del padre se trataba de un sentimiento que tenemos todos los hombres, y ese sentimiento, tiene que ver con lo mesmo que nos hace hombres, el de proveer, pertenecer y el de tener a una mujer que nos quera y que sea nuestro mundo y que toda nuestra vida entera gire alrededor de ella.

Desde ese día de la kermes, Rosita y yo no nos hemos soltado. Un tiempo después fui y le pedí la mano de Rosita en matrimonio a su apa Don lucas, el cual acepto encantado pues me conocía bien, y en todo este tiempo, seguimos de la mano mi Rosita y yo. Y mi corazón sigue brincoteando como chivito en el cerro cada vez que la tomo de su manita y vamos hacia las festividades del dia del padre en el pueblo, año tras año, con nuestros chamaquitos atrás de nosotros, siguiéndonos de cerquitas.

Fin.