lunes, 25 de marzo de 2013

"Los Cerros Que Arden" , un poema de Leo Mondragon

"Cerros Pelones de Guerrero" óleos sobre tela, firmado y fechado marzo 2013 por Leo Mondragón



"Los Cerros que Arden"
Por Leo Mondragón

Dulce es la vida para quien la tome
como se toma el mezcal de nanche. 

Dulce, dulce!

Así es el sonido de mis pasos
por las veredas de la sierra hacia arriba del monte.
Dulce. Dulces pasos!

La tierra cruje bajo mis pies mientras
las piedras no tratan de escaparse del camino.
´Pa que? No tienen donde ir
aquí es su hogar.

En la cima del monte veo mas allá 
de lo que alcanza a ver mis ojos.
Allá arriba veo con los ojos del alma.
Cerros y mas cerros que arden y se escapan
de las manos y del olvido de los hombres.

Siempre hay zopilotes en estos cielos.
Así como hay liebres y serpientes
que algún día tienen que morir y ´pos
alguien se los tiene que comer.
Aquí a la muerte nos la tragamos los que tenemos vida.

El aire es testimonio fiel de esto.
A veces es tibio y fresco y otros se siente,
como si te tragara el diablo la cara.

Abajo en los pueblos hay hombres
milenarios, siempre listos con la verga parada
para dejar su sangre y su semilla
en el legado de la historia infinita.

Litros y litros de leche son esparcidos
en todas las mujeres para preñarlas.
Como las aguas de las escasas lluvias
preñan las semillas de bejucos y huizachales
que han abrazado esta tierra desde el comienzo
de los tiempos de fuego naranjados y cafés. 

Nada ha cambiado desde entonces en esta tierra.
Ni los colores, ni los tiempos, ni nada.
Todo sigue en fuego naranjado y cafés sublimes
que se funden en los fuegos de los tiempos.
Así de plano. 

Cierro los ojos y el sonido de la banda de chile frito
explota dentro de mi cabeza.
Siempre hay alguna fiesta en los pueblos de Guerrero.
Aquí la humanidad siempre estamos alegres.
´Pa que sufrirle a la vida?

Corriendo bajo a un pueblo calentano
y me mezclo entre mi raza.
Las mujeres huelen a chiches limpias que se 
zangolotean al ritmo de los clarinetes.
Pezones morenos y duros con los
hermosos y atarantadores olores de las hembras!

Las nubes huelen a cuetes!
Los hombres huelen a campo, a monta de toros y a pozole!
Los ancianos a rebozos, sombreros viejos y relatos!
Los niños huelen a huarachitos nuevos!
Y los borrachos a mezcal de nanche!

Hermosos borrachos que van por ahí!
Canturreando los viejos sones de la tierra!
Guerreros infinitos de la vida!

En el aire reina el aliento salvaje y la saliva
de un viejito violinista ahogado en cuerdas de mezcal.
Tamboras que caminan por ahí con la piel
seca de las vacas flacas.

Flacas!

Flacas! 

Flacas!

Tan flacas y huesudas 
que dan ganas de llorar a gritos y sangre!
Porque nomas engordan en tiempos de aguas
y cuando traen becerro en la panza. 

La música surca el aire como surca el aire
los inagotables olores de la tierra.
Olores de mierda de caballos, burros y mulas
que llevan a los hombres al campo a sembrar
maíz, chile, tomate y melones. 

A quien le importa el polvo milenario que se alza
entre el alboroto y la fiesta? 
Aquí lo único que importa es 
que no se acabe el mezcal y que sigan las bandas
tocando.

Que toquen!

Que toquen "dulce es la vida para quien la tome
como se toma el mezcal de nanche!"

Dulce, dulce!

Que los violines, los clarinetes y las tamboras
inundan y llenen la vida de los zopilotes,
las vacas flacas,
las fiestas,
los cuetes,
los mezcales,
las chiches de las hembras,
las vergas de los hombres,
los tiempos de alegría de mi gente
los cerros pelones de mi tierra!
Mi tierra!
Mi tierra bendita calentana!

Y así, lleno de fiesta y alegría, vuelvo...


camino voy por el sendero
sendero que han caminado
todos los que tienen mi sangre
hacia mis cerros pelones
que están a punto de incendiarse.


Leo Mondragón