lunes, 10 de octubre de 2011

EL NAHUARMADILLO

"Ve mis ojos, soy un Nahuarmadillo..." fotografia digital


EL NAHUARMADILLO
Un relato de Leo Mondragón

Buenas noches, mi nombre es Leo Mondragón, y el día de hoy, 10 de Octubre 2011 de la era de nuestro señor Jesús Cristo, he decidido confesar al mundo mi hasta ahora innombrable secreto.


Sucede que no sé como obtuve lo que tengo, o si acaso alguien me lo heredo, o alguien me lo pego o me impuso alguna maldición, no lo sé, tal vez nunca lo sabré. El único indicio de que era diferente me lo dio a entender un viejecito que vivía solo en una chocita junto a mi casa de la niñez. Los niños siempre se alejaban de él pero por alguna razón, a mi no me causaba miedo. Todas las tardes, después de la escuela y mis quehaceres, corría a su casa a que me platicara. Siempre me platicaba de la luna y de cómo debía siempre entender las maneras del cielo nocturno. Un día, mi viejecito enfermo de gravedad, recuerdo que mis padres me llevaron a despedirme de él, pues su muerte era inevitable. Sabiendo que iba a morir, todos pasamos por su cama para despedirnos, pues había entrado en coma. Cuando me toco a mí, le dije quedito al oído cuanto le quería y cuanto lo iba a extrañar…clarito vi como una lágrima rodaba por su mejilla y su dedo milagrosamente se alzo para indicar la luna que brillaba a través de la ventana, la luna de cuarto menguante. Después de esto, murió. A nadie le he contado esto en todos estos años, y ese recuerdo me ha seguido para siempre.

Desde ese día, cada vez que hay luna de cuarto menguante me transformo. Pero no a la media noche como cuentan la mayoría de las leyendas, solo es en la madrugada, por ahí pasadito de las dos o tres de la madrugada…no sufro de dolores por mi transformación física, solo estoy dormido soñando en un instante y en el otro, ya ando por ahí transformado, y no me transformo ni en lobo, ni en perro, ni en gato, ni en águila, ni en tecolote, ni en coyote, ni en nada así, menos en monstruo…solo me transformo en un armadillo. Un simple y sencillo armadillo.

Desde que supe mi situación, empecé a indagar acerca de las transformaciones de los hombres en animales. Por aquí en estas tierras se acostumbra a llamarles nahuales. Luego entonces, creo que soy uno de ellos. Sin embargo, la característica mística de dichos seres es que aparte de transformarse en animales, son brujos. Yo no soy brujo ni sé nada de brujería. Pero por mi transformación, es la definición que más se acerca a lo que me sucede.  

La primera vez que me transforme, comenzó en un sueño. Recuerdo que estaba soñando que iba corriendo muy de prisa al ras de la tierra y la hierba. Sentía algo raro en la espalda que me pesaba un poquito. Trate de quitármelo mientras corría pero no pude. La sensación de traerlo se fue desvaneciendo mientras corría. Pat pat pat pat pat pat pat pat! Alla iba yo corriendo en la tierra! Con asombro sentí que corría en cuatro patitas que tenían unas uñas muy largas y filosas. Llegue a una ladera donde había un hoyo y me metí, recuerdo que corrí dentro del hoyo como justo de mi medida, lo suficientemente alto y ancho para que yo pudiera pasar rápido y con  comodidad. Al final del hoyo había una antesala muy espaciosa, en donde había una velita encendida en el centro, y del otro lado, otro hoyo a medio empezar. Recuerdo como me puse a rascar la tierra con mis grandes uñas y le avance al hoyo que estaba construyendo. Y de repente estaba de nuevo en mi cama, había amanecido. Al principio pensé, que raro sueño! Pero luego vi mis manos y uñas llenas de tierra y la aceptación de mi destino cayó en mi mente como una taza que se rompe en mil pedazos en el suelo.

Durante toda mi infancia y juventud escondí este secreto de mis padres, familiares y amistades. Muchos me decían que dejara de morderme las uñas de las manos, pues poco sabían que se me gastaban en los hoyos que rascaba. Por lo mismo, de joven adulto, las relaciones personales y amorosas que tuve las terminaba antes de que empezaran a sospechar de mí, pues vivía atormentado de que descubrieran mis transformaciones. Y así transcurrieron los años, de aquí para allá, recorriendo lugares y cambiando de tierras, siempre al pendiente de las enseñanzas del viejecito ese que se me murió, y del cielo nocturno, de las etapas lunares y sus ciclos.

A pesar de los inconvenientes, he llegado a estimar mi otro yo, mi ser armadillo. He aprendido que dentro de su caparazón me puedo hacer bolita y esconderme del mundo que me rodea y de las cosas que me hacen daño, con facilidad. Ahí encuentro mi pequeño mundo en donde mora la tranquilidad y la paz, que a veces añoro tanto en mí ajetreada vida de humano y de este mundo el cual a veces es muy cruel.

Pero aun y en mi estado de armadillo, siento que mi corazón late con la fuerza de la vida y la pasión. Muchas han sido las noches en que aparte de rascar la tierra, aprendí el arte de pintar. Y me gusta tanto, que espero con ansia las lunas menguantes para transformarme y correr hacia los hoyos donde tengo mi parafernalia de pintar. Llego a las antesalas que construí y enciendo mi velita. Allí dibujo y pinto todos mis sueños que me suceden y recorren mi mente y mis ansias. Pinto y dibujo cosas de la vida, pues la muerte siempre me ha aterrorizado. La odio porque siempre se ha llevado a las personas que he querido y han significado algo en mi vida. Sé que algún día pronto llegare a ella y en silencio sufro pues se que ya no podre pintar mas cuando el día de mi muerte llegue. Aun así, siempre trato de sonreír y lidiar con mis miedos.

A veces, cuando reina la calma en mi interior, y transformado en mi yo-armadillo, voy a ver a mi gran amor, la Mar. De ella no me tengo que esconder y siempre está ahí para mí. Me gusta llegar a ella y sentarme ahí juntito y escucharla, pues su voz viene con las olas que van y vienen a mis patitas de armadillo. Me siento ahí en sus playas mientras la luna decreciente nos alumbra. Ella me platica cosas, solo cosas, de mundos lejanos de los cuales yo soy un extraño. Me gusta escuchar que me cuente sus cosas, y ahí me quedo, viéndola, escuchándola y admirándola, confieso que siempre he estado muy enamorado de ella y su voz tranquiliza mi pequeña alma de armadillo, hasta que el sol nace en la mañana y me avisa que es tiempo de irme. Cuando me voy, siempre me despido de ella con un beso bien saladito. Aunque a veces al besarla me descuido, pues me sumerjo en su gloria, y terminan por revolcarme una ola o dos.

Y es así, como por fin después de media vida, he llegado a relatar mi secreto.

Amigos, soy un  Nahuarmadillo.