miércoles, 28 de diciembre de 2011

LOS CHISMES DE DOÑA MATY



Los chismes de Doña Maty
Un cuentito de Leo Mondragón

Sin duda alguna, Doña Maty la de la tienda era la mujer más chismosa del pueblo. Ella siempre estaba chismeándole a todo el mundo lo que pasaba de todo mundo. Cualquier pequeña dosis de información que le llagaba a las manos, ella la retorcía  y la convertía en el chisme más escandaloso que se puedan imaginar. Para algunos, esto valía oro, generalmente para las viejas chismosas y los que no tenían nada que hacer. Y para otros, era la antesala de la muerte, especialmente si eras parte o protagonista del chisme. Una vez que tu nombre salía a relucir en sus chismes, eras hombre muerto, mejor te hubieran quemado en la hoguera. Que el Santo Niño de Atocha te libre de los chismes de la Doña Maty! decían los del pueblo.
Debido a su agudo y diabólico don para chismear, a ella se le atribuyen varios de los sucesos relevantes del pueblo, como por ejemplo, el divorcio de doña Cata, la ex del comisario municipal Pedro Lucas. Quien le paso el chisme fue Petra la tortillera, que vivía ahí junto. La Doña Maty espero hasta entradita la noche para ir a la comisaría y decirle al Pedro que su mujer le ponía el cuerno con Sebas Marcial, el que vende pulque, dándole santo y seña de los encuentros amorosos de su mujer con el pulquero. Fuera de sí, Pedro Lucas agarro el color de pitaya madura y fue por su arma. Si no es porque lo agarraron sus  secuaces, me consta que Pedro Lucas le hubiera metido un balazo a su mujer, la cual, al  ser descubierta, se fue esa misma noche del pueblo con Sebas Marcial, quien iba, por cierto, bien bebido y oliendo a mezcal rancio. Algunos dicen que se fueron para la Costa Chica. Nomás se pararon para que Sebas Marcial vomitara su tremenda cruda. El cornudo comisario Pedro Alvear bebió su pena durante dos meses consecutivos hasta que un día orino rojizo, del color  del agua de jamaica que vende Jacinto el que esta bizco frente a la primaria. El pobre Pedro Lucas se desmayo del susto. Le tuvieron que meter una bolita de migajon caliente remojado con alcohol muy dentro en su ombligo para que volviera en si. Al despertar, fue con el cura del pueblo y al mismo tiempo que le pidió que lo divorciara, le prometió ya nunca mas beber ni llorar su desgracia. Dicen los del pueblo que Diosito que es grande se apiado de él. A los dos días se le quito la orinadera roja y al mes se arrejunto con Casimira, la de los ojos grandotes y negros que vende huaraches en el mercado municipal.

También se le atribuye a la doña Maty el hecho de que en una sola tarde todo el pueblo supiera que Cesar, el hijo de Procopio el que vende petróleo, era maricon. Desde ese día, el Cesar le gritaba bien feo a la Doña Maty cada vez que pasa por su tienda. -Vieja chancluda!!! Chancluda!!! Le gritaba con su vocecita quebradita mientras meneaba sus brazos flacuchos en el aire. -Ojala y te cargue el payaso, maaaalditaaaa! maaaalditaaaa! Pero ella la hacía de oídos sordos. Poco le importaban las consecuencias de sus chismeríos. Dos meses después, el tal Cesar se fue al otro lado de mojado. Dicen los del pueblo que andaba con un gringo de nombre Steven, ex militar ya entrado en años con gustos por jóvenes latinos. Quién sabe. Era lo que se rumoraba.

A mí una vez me la hizo la vieja chismosa. Fue una tarde de Diciembre cuando invite a Estrellita, la chamaca más guapa del pueblo, a comer tamalitos y atole a la Cenaduria de Doña Bonifacia, la esposa de Epifanio el Carpintero, el que perdió dos dedos en una sierra eléctrica cuando tenia 20 años. A qué bonita estaba la Estrellita! Con sus cabellos güeros y ojitos cafes oscuros, pestañotas grandotas y siempre oliendo a perfumito del fino! Para la ocasión le di una buena bañada a mi monta, la Negra, yegua fina de 7 años, maciza de pezuña y ancha de pata. Le di una buena tallada con champú del que usaba mi ama, de ese que olía como a manzanilla, dejándole el pelo, la cola y la crin más brillosa que un zapatito de charol, de esos que usan los chamacos cuando salen de la primaria. Pero por alguna razón, la yegua se la paso relamiendo y mordisqueándose por todas partes mientras yo me bañaba y me ponía guapo ´pa mi cita.

Botines nuevos, mis yins de mezclilla, mi camisa blanca a rayas azules con botones de perla, y mis espuelas de plata que me compre el año pasado en la feria de Iguala. Aja torito! No podía faltar mi sombrero negro y mis lentes Ray Van de gota. Estas me las compre con Chano, el que metieron al bote un par de años por robar vacas y que ahora se dedica a traer fayuca de la capital. Mientras yo me ponía guapo, paso por la casa Malena la de la verduleria, la segunda vieja más chismosa del pueblo, y vio la rascadera que traía mi yegua. Rapidito le fue a chismear a Doña Maty que mi caballo tenia garrapatas. Ah que Malena tan mas cabrona! Mira que fijarse en la monta de uno! No se vale! Pues ahí tienen que la doña Maty, en menos de media hora, se encargo de chismearle a medio pueblo que aparte de garrapatas, mi yegua tenia pulgas, corucos, liendres, ladillas y no se cuantos bichos mas!. Jija del maíz!  Pa cuando crucé el pueblo y llegue a casa de  Estrellita, ya le había llegado el chisme. Me salió a saludar pero muy de a lejitos.

–Dicen que tu caballo tiene garrapatas y animales, yo no me subo.- dijo la Estrellita mientras volteaba a ver a mi yegua, la cual trataba de rascarse desesperadamente el lomo con una rama de huamúchil. Estrellita se metió rápidamente a su casa y cerró la puerta. Sentí re-feo! Pero más me preocupaba mi yegua, viendo la rascadera que se cargaba. La lleve con el viejo Cleofás, caporal del rancho de Don Efrosino Molina, el rico de la región. El viejo Cleofás nomás le vio los ojos a mi yegua, le rasco la panza, le vio por detrás de las orejas, y me dijo -Tu yegua no tiene animales, se me hace que trago moras de las verdes y le agarro la alergia, ve con Damian que te de leche de burra, le pones dos cucharadas de sal y cuatro hojitas bien molidas de cuachalalate, y se lo das de beber hoy en la noche a tu animal, ´pa en la mañana estará bien. Hice lo que me dijo el viejo Cleofás y santo remedio. Al otro día mi yegua ya no se rascaba y andaba por ahí muy quitada de la pena. Decidí ya nunca mas comprar en la tienda de la Doña Maty, ¨pa que se le quitara lo chismosa. Pero a ella no le importo. Seguía con su chismerío con todo el pueblo.

Solo una vez vi que la Doña Maty se medio acongojo del resultado de uno de sus chismerios. Fue cuando Legunda, la hija de doña Eloísa Esparza, salio embarazada de Arturo Chavelas, el chofer del camión que repartía refrescos en el pueblo. Nadie sabe como ni cuando se veían a escondidas los enamorados, pues el tal Arturo Chavelas nomás se aparecía en el pueblo una vez por semana para repartir refresco Pascual y Coca Colas, y a la Legunda no la dejaba salir su mama, desde que empezó a notar como a su chamaca la veían con libido los pelados del pueblo. Y es que Legunda estaba re-bonita, no tan bonita como mi Estrellita, pero por ahí andaba. Por eso su mama no la dejaba salir, para que no se la fueran a malear. Pero de poco sirvieron tantos cuidados, pues una tarde mientras cocinaban tortitas de coliflor para la comida, a Legunda le dieron unas nauseas terribles que acabo por vomitarse allá merito junto a la pila de agua, ni alcanzo a llegar a la letrina. Su mama, que había traído al mundo a diez chamacos, y sabia los síntomas, lueguito supo que estaba pasando. Se la llevo casi arrastrando de una trenza por toda la calle principal hacia la botica de Abundio Tinoco, al cual le pidió algo para deshacerse del mocoso. Abundio les dijo que el no tenia nada para eso. Doña Eloisa agarro de la otra trenza a su hija y la jaloneo esta vez hacia con Eusebio Salgado, el dizque curandero del pueblo, pero tampoco estaba en su casa, se había ido a visitar parientes allá por Teloloapan. Doña Eloisa andaba que miaba lumbre. En eso, le llego Malena la de la verdulería, para decirle a doña Eloisa que doña Maty andaba diciendo que su hija Legunda se había estado metiendo con todos los chamacos del pueblo. De por si ya bien prendida, a doña Eloisa nomás le falto bramar mientras salía de su casa rumbo a la tienda de doña Maty. Cuando llego, doña Maty le estaba pesando frijoles a Chepina la que vende gelatinas. Llego gritándole re-feo a doña Maty y diciéndole toda clase de majaderías. Doña Maty nomás le respondía que su hija de por si era bien loca, que bien que se le salía a escondidas, que todos los pueblo lo sabían menos ella! Doña Eloisa volteo a ver a Chepina para ver si era cierto pero esta no sabia lo que estaban hablando. Doña Eloisa termino su visita amenazando a Doña Maty, diciéndole que si seguía con los chismes de su hija que le iba quemar su tienda hedionda y llena de ratones.

Doña Maty se quedo ahí en su tienda con la  boca seca del susto, pues la doña Eloisa era una mujer grande. Pero la doña Maty nomás se destapo una agua mineral, recuperando el aliento a tragos, y le siguió pesando los frijoles a Chepina, poniéndola al tanto del chisme de los amoríos de Legunda con los chamacos del pueblo y el repartidor de refrescos, mientras Chepina escuchaba con mucho, mucho asombro, conmocionada.
Fin