miércoles, 21 de octubre de 2015

"ESPERANDO"



"Esperando"
Acuarela por Leo Mondragón
Arte Fino Mexicano


“Esperando”

Un cuentito de Leo Mondragón

Un día mientras contemplaba la vasta inmensidad del ocio, mi mano tomo mi alma y juntos salimos a caminar por ahí. El día era fresco, apenas soplaban los primeros aires de la tarde, y el sol se preparaba para descender lenta y lánguidamente sobre el horizonte.

Tome una vereda que me guiaba hacia lo alto de un monte cercano. La hierba estaba verde y había muchas flores silvestres creciendo por doquier. Siempre me ha gustado esta estación del año. Era una tarde perfecta, llena de luz y calor. Un colibrí paso frente a mi. Con sus pequeñas alas hizo un alto total en el aire, me vio directamente a los ojos una fracción de segundo, y siguió su trayectoria. Amo estas aves. Amo el aire que las levanta, amo la luz del sol que refleja sus colores, amo las flores que las alimentan. Amo la sangre que bombea su corazoncito y le da energía para volar a mil por hora entre las maravillas del Creador.

Contemple al colibrí mientras se alejaba y seguí adelante.

Mientras caminaba, de repente me di cuenta que iba flotando sobre el camino. Trate de ver mis manos, no estaban ahí. Había unas alas que se movían frenéticamente. Frente a mi podía visualizar un largo pico. Vi hacia abajo y una colita de plumas se movía dirigiendo mi camino. Me espante! Mucho! Trate de tomar aliento, respirando agitadamente, moví mis manos-alas y me di cuanta de que podía sostenerme en el aire, sin embargo, al dejar de hacerlo, caí al suelo. En la tierra me di cuenta de que si tenia patitas, diminutas patitas de pájaro. Trate de caminar pero solo daba pequeños brincos. No me gusto el suelo, inmediatamente me sentí inseguro y agite desesperadamente mis manos-alas. En un suspiro estaba de nuevo en el aire.

Estaba volando!

Volando!

Como pude llegue a la ramita de un arbusto y me pose ahí, quería recuperar mi aliento y tomar tiempo para pensar en mi situación. En eso, escuche una diminuta voz que decía HOLA, HOLA, HOLA!

Volteé para ver y vi al colibrí que había visto hace un rato. Sus ojos eran muy grandes y amables.

HOLA! Eres nuevo aquí en el reino del aire?

Trate de contestarle. Mi largo pico balbuceaba puras incoherencias.  PIK! PIK! PIK! Fue todo lo que pude decir.

Espera, no hables con el pico, habla con la mente y con el corazón, así te saldrán las palabras! Me decía el colibrí.

Cerré mis ojos e hice como si mi corazón hablara. Me salieron las palabras.

Hola colibrí! Le dije.

Hola! Me contesto! Bienvenido!

Gracias! Creo que perdí la razón y estoy desorientado, pues hace un momento era humano, y ahora soy colibrí. Como te llamas?

Lo siento, aquí no tenemos nombres, todos nosotros somos iguales. Yo soy colibrí, y tu eres colibrí.

En mi mente el sonido de nuestra conversación era español, pero algo muy dentro me decía que el sonido afuera solo eran PIK! PIK! PIK! PIK!

Bienvenido al reino del aire! Me dijo el colibrí. Ven, te enseñare a usar tus alas!

El colibrí dio varias vueltas volando en el aire. Arriba, abajo, en círculos, de cabeza, de frente, todo eso en la mitad de un milisegundo.

Yo no puedo hacer eso! Le dije.

Claro que si! Me respondió, solo tienes que ver como le hago y sigue el movimiento! Como pude di piruetas en el aire y después de varios intentos pude lograr un vuelo decente. Mientras practicaba mi vuelo, en mi mente olvide que hace un rato era humano y empecé a pensar como colibrí. El tiempo se hizo mucho mas corto, y aunque la hierba, los arbustos y el campo eran enormes, las distancias eran mucho mas cercanas debido a mi increíble capacidad de volar rapidísimo. Me empezó a gustar la transformación. Volé y volé por doquier con este nuevo regalo que se me había entregado.

Mi amigo el colibrí me alcanzo y juntos jugamos a alcanzarnos. Por alguna razón ya no sentía el paso del tiempo, este se detuvo, como cuando uno es inmensamente feliz, el tiempo deja de existir. Solo existían instantes llenos de magia y felicidad.

Después de un rato, mi amigo el colibrí me enseño a libar la miel de las flores. Juntos íbamos de flor en flor, algunas flores tenían mas miel que otras. Me gustaba el sabor de la miel, después de unas cuantas flores, mi pequeño estomago de colibrí se lleno. Así de fácil y sencillo era mantenerse con vida en este mundo, solo tomar un poco de miel de las flores sin hacerles daño… nada como en mi mundo, donde tenemos que matar plantas y animales de forma indiscriminada para subsistir.

Que horrible mundo el mio. Me sentí lleno de vergüenza. Mi amigo el colibrí presintió mi pesar y me dijo que si, el mundo de donde vengo es cruel y vil, y que lo peor es que no hacíamos nada para cambiar nuestra naturaleza.

Estuvimos juntos un rato, platicando, hasta que me dijo que se tenia que ir. Me dijo que siempre podría volver a el, para juntos surcar el cielo. Me sonrió y se fue,  volando hasta que se perdió entre las flores y la hierba del campo.

Yo me pose ahí, sobe una flor, no sabia que hacer. Decidí esperar un rato y ahí me quede, esperando.

Esperando.
Esperando.

La decisión era mía, de quedarme en este mundo, natural, tan maravilloso, junto a mi amigo el colibrí, aquí, lejos de la ciudad, lejos de la realidad, lejos de las vicisitudes humanas. Lejos de mi, de mis pasiones, de mis sueños, querencias y añoranzas. Lejos del mal, lejos de la ira, de las guerras, de las desigualdades sociales que no nos dejan avanzar hacia la integración de la raza humana. Lejos del odio y del dolor de la tierra que exclama sálvame, sálvame… SÁLVAME! del olvido de la historia…sálvame de tu ira, hombre infinito, sálvame de ti!

El aire de la tarde surcaba mis pequeñas plumas de colibrí. Sentí los últimos rayos del calor solar iluminar mis colores. Cerré los ojos y sentí la inmensa sensación de paz que este pequeño cuerpo me transmitía. Sentí que en mi pequeño cuerpo de colibrí cabía toda la gloriosa majestuosidad del universo.

Con mis ojos cerrados pedí al cielo transformarme en humano de nuevo, abrí los ojos y ahí estaba, de nuevo, con mis dos patotas sobre el suelo. 

Me sentí inmensamente feliz por mi experiencia como colibrí y corrí a casa, para escribir este cuento.

Fin.






lunes, 17 de noviembre de 2014

Somos Ángeles, Somos Hermanos


 "Somos Ángeles, Somos Hermanos"
Acrilicos sobre cartón conglomerado, firmado y fechado 2014 por Leo Mondragón


Somos Ángeles
Somos Hermanos

Somos ángeles
somos hermanos

Vamos volando
entre colores, difuminados!

Cantamos, bailamos
todos de la mano
hacemos piruetas en los aires
entrelazados!

Nosotros nacemos
crecemos y amamos
reímos y luchamos
con nuestros pasados.

En las frías noches
nos abrazamos.
Nos damos calorcito,
todos juntitos abrazados.

Somos aquellos
los olvidados,
impunemente
por los humanos.

Nosotros comemos
flores del campo,
recuerdos de amores
y rasguños de gatos.

Amamos el aire
los cerros, el llanto.
Escribimos poemas,
cantamos cantos.

Vestimos de aire
nuestros grises mantos.
Tenemos alitas
de frágiles ocasos.

Vemos sin ojos,
sentimos sin tacto.
Pisamos la tierra
muy de vez en cuando.

A veces rezamos
muy entusiasmados!
Pedimos a Dios
logros mundanos.

Pero Dios no escucha
nuestros reclamos.
El piensa que somos
los perdonados.

Contamos estrellas
mientras soñamos.
No somos adultos
mientras jugamos.

No hacemos la guerra
aunque queramos.
Somos pacíficos
seres alados.

y así vamos por la vida, desaliñados.

Vivimos, amamos, logramos
y por eso
somos ángeles
somos hermanos!


Leo Mondragón

Nov. 2014

miércoles, 9 de abril de 2014

LA FIESTA



LA FIESTA


Un Cuentito de Leo Mondragón



El Capi Rodriguez abría la primera botella de champagne Cristal cuando sonó el timbre de la puerta. Se apresuro para recibir a sus primeros invitados. Era Luis Comonfort y su esposa, Bella, dueños de una prominente agencia de bienes raíces. Luis vestía una chaqueta casual de La Coste y Bella muy elegante en un conjunto sencillo de Versace. El Capi Rodríguez los saludo alegremente, feliz de verlos, invitándolos a pasar. Su esposa, Samantha, alta, güera y radiante en un vestido largo de Purificacion Garcia y zapatillas altas de Christian Louboutin, recibió a los invitados con la champagne en elegantes copas de Baccarat. Mientras charlaban en la estancia sonó de nuevo el timbre. Samantha acudió al llamado y ahí en la puerta estaban la pareja mas deslumbrante de la ciudad, Andrés Rubalcaba, embajador de Panama en el país y su esposa Ximena, una trigueña alta de resplandeciente cabello negro vistiendo falda corta de Chanel y zapatillas de Jimmy Choo que acentuaban sus piernas largas, muy largas.


Las tres parejas se dirigieron a la sala de estar. Mientras degustaban del buen vino, como buen anfitrión el Capi Rodriguez les enseñaba su colección de arte, especialmente los óleos que adornaban sus paredes. El Capi Rodríguez vestía una chamarra de cuero negro de Alexander McQueen con su inseparable gorra de Golf, aunque no practicaba el deporte. Lo suyo era el arte y el mar. En eso llego Jesus Martinez , Notario Publico, alto y delgado luciendo una chaqueta de Armani, y su reciente esposa, Laura, dueña de una cadena de hoteles locales y amante de las blusas escotadas de Dior, que esa noche dejaban ver sus encantos. Al poco rato llegaron  Mauricio Mendoza y Cristina, dueños del Hospital Mendoza, muy guapos vistiendo denim casual del Corte Ingles y cínicamente bronceados por unas largas y fastuosas vacaciones en el Mediterráneo.


Y allí estaban todos, ya reunidos como era costumbre, el primer Viernes de cada mes.


Se abrieron otras dos, tres botellas del fino champagne. Las mujeres charlaban alegremente mientras el Capi Rodriguez amenizaba a los hombres con historias de alta mar. Mauricio Mendoza servia despreocupadamente el champagne para todos los invitados.


Bebieron, platicaron, se miraron, se enamoraron, todos, como en todos sus encuentros.


Después de un rato, las mujeres, como en un rito ancestral, sonrientes y en carcajadas risueñas y silenciosas subieron todas a la recamara principal, mientras los hombres se retiraron a la sala de estar para el Cognac y  el tabaco. El Capi Rodriguez encendío la chimenea, luego amenizo el ambiente con fina música de Sade, Love Deluxe. Amor de Lujo. Los hombres bebieron Cognac mientras fumaban puros Te Amo, tranquilos y relajados.


Arriba, en la recamara, las mujeres se arreglaban para la noche, desvistiendose para quedar completamente desnudas salvo sus zapatillas. Samantha, la anfitriona, extendía el cabello de sus invitadas y las rociaba con exquisitas fragancias para el amor. Alegres, desnudas, llenas de lujo y champagne, las mujeres reían, se besaban y abrazaban entre si, anticipando los eventos que les esperaban esa noche. Cuando todas estaban listas, salieron de la recamara y descendieron las escaleras, listas para el amor.


Al escuchar los tacones descender por las escaleras, los hombres se empezaron a desvestir lentamente mientras las mujeres entraban a la sala de estar, todas preciosamente desnudas luciendo tan solo finas fragancias de Chanel, Gucci, Láncome y Givenchy, sus senos danzando en la sala junto a las llamas de la chimenea, sus pubis finamente delineados bailando entre el crepúsculo de las ansias humanas y el bien y el mal…nada se distinguía. En el aire solo reinaba el amor y el bienestar…la perfecta comunidad humana.


Los hombres, trastornados por el Cognac y el olor de los finos perfumes, tomaron a la mujer de su elección,  besandolas, tocadondolas, abrazandolas apasionadamente, y ahí comenzó La Fiesta.


Fin